Novela

Eikan, llegas tarde

Adolf Muschg

27 abril, 2006 02:00

Adolf Muschg. Foto: Archivo

Traducción de Carmen Steinhauer. RD Editores. Sevilla, 2006. 336 págs, 29 euros

La bondad de la Europa sin aduanas se manifiesta cuando un escritor como Adolf Muschg (Zúrich, 1934) resulta accesible al lector español. Pertenece al ámbito de la lengua alemana, y lleva años publicando en la mejor editorial de ese área, Suhrkamp Verlag, la casa de grandes glorias como Hermann Hesse, Brecht o Jörgen Habermas. Juan Benet, el más germánico de los novelistas españoles contemporáneos, autor por cierto de un libro sobre Lutero, resultaría paralelo a Muschg en este aspecto. Aunque el suizo mira más hacia el futuro que lo hizo el español.

Esta novela pide una actitud lectorial semejante a la adoptada para leer Rayuela de Julio Cortázar: debemos jugar con el texto a la ruleta de los significados. El premio consiste en un mejor entendimiento de qué supone ser hombre a comienzos del siglo XXI.

Para Adolf Muschg los esquemas mentales provenientes de la Ilustración y del racionalismo ya no sirven para resolver los problemas del día y, por ende, debemos acostumbrarnos a vivir con las dudas y los conflictos. El origen de tal inestabilidad reside en el estado presente de los asuntos humanos fuertemente influidos por la globalización, el contacto permanente con culturas y gentes diferentes, y por la permanente revisión del pasado, rebosante de medias verdades. La una y el otro imposibilitan la aplicación de medidas universales cuando enjuiciamos cualquier dilema. Las páginas de Muschg obligan también a cruzar fronteras, geográficas y humanas, para enfrentarnos con la inexistencia de una tabla de salvación o explicaciones irrevocables.

Sus novelas pertenecen ciento por ciento al tipo de literatura narrativa dominante en Alemania, donde el personaje emprende sostenidos viajes de introspección. Su actitud hacia Suiza resulta para muchos compatriotas incómoda. Les conmina, por ejemplo, a no congratularse de su reverenciado neutralismo hacia los nazis en la II Guerra Mundial, porque si mantuvieron su enorme ejército inactivo, fue para aprovecharse comercialmente del conflicto. Muschg ha viajado extensamente, viviendo en EE.UU. y Japón, y su mujer es japonesa.

El protagonista de la novela, el violonchelista Andreas Leucher, un nuevo Parsifal, busca un significado para su vida. Cuando comienza el relato reside en Basilea, recién separado de su mujer, Catherine, e inicia una relación con la joven Sumi, una japonesa, que ha venido a Europa a proseguir sus estudios de música. Después averiguaremos que se ha convertido en una famosa maestra del chelo. Andreas recibe una partitura de un antiguo amigo del colegio, Roman Enders, enfermo de sida, quien le pide que la interprete para él en un concierto. La partitura, sin embargo, no está completamente desarrollada en notas musicales, a veces son meros apuntes. Mientras Andreas practica la pieza e intenta darle un sentido musical, surge su amor hacia la enigmática Sumi. Nos damos cuenta de que las mujeres, la música, el violonchelo, todo ello nunca le lleva a un punto de equlibrio. La vida de un músico exige práctica permanente y voluntad, y el matrimonio supone una relación estable donde los cónyuges se complementan, comparten una vida, y de ahí nace un cierto equilibrio, una plataforma segura para el yo. Pero nada de ello sucede; Andreas vivirá en una perpetua búsqueda.

Llega el día del concierto, que se celebra en el Centro suizo de París. Andreas viaja en tren de Basilea a Lausana, donde junto con Sumi toma en tren de alta velocidad hacia París. Un aduanero les obliga a regresar a Lausana, porque Sumi necesita un visado. Llegan a París justo a tiempo; el concierto resulta un desastre, porque una pieza inacabada nunca puede ser interpretada con un sentido de totalidad. Y así sigue el resto de la obra, que termina en Japón en un concurso de violonchelo, donde Andreas acude de jurado, y de nuevo vienen las dudas sobre a quién premiar...

Los lectores encontramos una acción novelesca con múltiples cabos y posibles caminos, donde el personaje va de un lugar a otro, cambiando continuamente de perspectiva, donde incluso a veces la realidad se mezcla con el sueño. Leucher es, en fin, un hombre de nuestro tiempo, que vive sumido en una permanente inseguridad, nadando en el océano de la vida desprovisto del salvavidas de las certezas que nos prestaban las ideologías.