Image: El fantasista

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Novela

El fantasista

Hernán Rivera Letelier

31 mayo, 2007 02:00

Hernán Rivera Letelier. Foto: Antonio Bonanno

Alfaguara. Madrid, 2007. 200 páginas, 16 euros

El deporte ha sido utilizado en literatura con diferentes intenciones y planteamientos, según la naturaleza de cada competición. En el caso del fútbol, su empleo como asunto narrativo ha dado lugar a múltiples tratamientos que van desde su adopción como trampolín para la invención de una historia que divierta hasta su elección como pretexto para especulaciones de orden intelectual, social e incluso político. Algo de ambas posibilidades se manifiesta en la última entrega del chileno Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950), autor de casi una decena de novelas.

El fantasista se localiza en un lugar salitrero de la pampa chilena, Coya Sur, condenado a la desaparición entre otros pueblos de aquellos desiertos calcinados como "peladero infernal". La lucha por la vida de sus gentes olvidadas se afirma en la rivalidad futbolística con los habi-tantes del campamento vecino de María Elena, antes Coya Norte. Y la novela desarrolla esta rivalidad en un relato de intensidad creciente a lo largo de una semana que concluye en el partido de revancha el domingo, con una breve prolongación hasta el lunes para cerrar las mortales secuelas de aquella confrontación.

La narración está dominada por el humor y la creación de suspense alimentado por la incertidumbre del resultado de la anunciada revancha futbolística. Son éstos sus mejores valores. Tampoco parece buscar otros méritos literarios más allá de la diversión, con la salvedad de que también puede apreciarse su significado como vía de evasión de un pueblo que en plena dictadura de Pinochet concentra en el fútbol sus energías para la salvación de sus vidas. La suspensión crece con la aparición del "fantasista", un virtuoso del balón a quien los del pueblo consideran un Mesías que los va a salvar en el partido del domingo. El humor aparece por todas partes en esta novela sencilla y divertida. Está en los apodos de los rivales (Cometierra y Comemuertos) y en la forma ridiculizadora de los nombres de muchos personajes, como el portero Tarzán Tirado, el mujeriego Choche Maravilla y su proyecto de consumar un "polvogol" en el campo con una hembra de los rivales, y en el juego de palabras con el nombre del "fantasista": Expedito González, llamado por una vez "Elpedito Nosale" a causa de su tardanza en responder a las peticiones de los coyinos para que se quede y juegue con ellos. La visión humorística se intensifica por medio de la erotización grotesca de la realidad, asociando sexo con algunas jugadas futbolísticas, y también por la exageración de ciertas deformidades anatómicas ocultas en el "fantasista". Y a esta misma visión deformante contribuyen la frecuente animalización de los personajes y la parodia de la pseudoépica retórica en las retransmisiones deportivas del verborreico locutor radiofónico Cachimoco Farfán, cuyo estilo altisonante contrasta con la sencillez del narrador, además de realzar la oralidad de la novela en su conjunto.