Image: Primera nieve en el monte Fuji

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Novela

Primera nieve en el monte Fuji

Yasunari Kawabata

7 junio, 2007 02:00

Traducción de Jaime Barrera. Belacqua.Barcelona, 2007 107 páginas, 16 euros

Los premios Nobel, a pesar del oportunismo político con que se conceden, suelen recaer en autores distinguidos cuyas obras fundamentales comparten una característica esencial: sus textos contienen destellos de la sabiduría humana. Hoy en día, cuando la opinión instantánea se ha constituido en la norma del debate intelectual, nada tan estimulante como leer un texto austero como el reseñado, pleno de observaciones agudas sobre nuestro puzzle emocional. Las narraciones del primer premio Nobel japonés (1968), Yasunari Kawabata (1899-1972), exhiben la profundidad de una conciencia que sopesa con cuidado los movimientos emocionales de sus personajes, siendo el paso del tiempo el instrumento utilizado para observar cómo los seres se autodescubren.

El cuento titular, "Primera nieve en el monte Fuji", de estos relatos publicados a mitad del siglo pasado, lleva la nieve en el título, al igual que la mejor narración breve de otro Nobel, Hemingway, Las nieves del Kilimanjaro. Ambos la usan como símbolo de un enfrentamiento del hombre con la naturaleza. La nieve de una cima imponente, como el Kilimanjaro o el Fuji, constituye para estos autores un modo de enfrentarse al vacío, a la nada. La utilización simbólica por parte de Kawabata, ya lo advirtió en su discurso de aceptación del Nobel, ocurre de distinta manera a la occidental, donde la nieve equivale a la nada, mientras que el vacío en las literaturas orientales alberga una rea-lidad oculta, no nacida.

Primera nieve en el monte Fuji contiene nueve cuentos y una breve pieza teatral. Los relatos resultan sumamente interesantes por el peculiar comportamiento de los personajes. Mientras en los cuentistas occidentales, Borges por ejemplo, la identidad personal figura en el centro de los cuentos, donde un hombre aparece perdido en el laberinto o mirándose al espejo; en los de Kawabata, el personaje, o los personajes, porque casi siempre aparecen en pareja de hombre y mujer, examinan la vida como una historia. El yo tiene una historia, que cambia, se amolda a las circunstancias, mientras en los relatos de Borges el yo quiere imponerse a las circunstancias, sin conseguirlo nunca, y termina perdido en el laberinto o semiconsciente, pensando que es el sueño de un soñador: nadie. Los escritores orientales evitan ese nihilismo.

Esta colección contiene dos cuentos antológicos, el titular y el último, "Un pueblo llamado Yumiura". En éste, una mujer llega a casa de un ilustre escritor y le dice que hace treinta años largos la conoció e incluso pidió su mano en matrimonio en Yumiura. El escritor no recuerda semejante episodio, tampoco consigue entrever en la cara de la mujer a la muchacha de entonces. Parece una historia borgeana, pero la diferencia proviene de que el hombre no busca el olvido en otro yo, sino en sí mismo, en el que ahora es. Lo que le lleva a hacerse una reflexión, que aparece en varios lugares del libro: "¿Cómo es posible que se nos olviden los momentos más felices de la vida? Lo impenetrable del cuento, lo simbólico es que tras consultar mapas y libros, Yumiura, donde la mujer dice que la visitó de joven, no existe. La cuestión es si la memoria con el paso de los años nos falla, o si en el fondo existe un enorme vacío en el que la realidad se manifiesta de otra manera, y que la vida recordada resulta sólo una de las posibilidades, y la olvidada otra diferente.