La enfermera de Brunete
Manuel Maristany
6 septiembre, 2007 02:00Tras su lectura, nos vienen ecos de otros libros, como Madrid de Corte a Checa de Agustín de Foxá, aunque no en el estilo, más sencillo y directo en Maristany, pero sí en su plasmación de una visión sin complejos desde el punto de vista del bando "nacional", rebelde. A través de sus personajes principales, herederos de los héroes románticos, nuestro autor explica el levantamiento militar por la inestabilidad política y social, de casi revolución, que llega a su punto más alto tras el asesinato de Calvo Sotelo. Los militares fieles a la legalidad republicana son tratados con respeto y coherencia, así como múltiples personajes del bando "rojo", mostrando el cruel enfrentamiento de la guerra. Como en toda novela de aventuras, encontramos también algún que otro villano, como El Segador, motor del desagravio que busca el protagonista. Los cuadros de costumbres de los payeses como el Paparro, beben de las fuentes de la tradición del teatro rural de autores como ángel Guimerá o Eduardo Marquina, y al igual que en este último autor, Maristany aboga por el perdón y por un cristianismo integrador.
La acción arranca en 1933, en el castillo de Requesens, en una escena donde adolescentes y niños juegan a la prueba del valor, desafiando a las leyendas surgidas entorno a una antepasada del castillo, Elisenda de Montcada y su retrato pintado por Goya. Su vida trágica encontrará paralelismos en ciertos personajes de la narración, en escenas superpuestas que el autor, de manera casi cinematográfica, intercala para dosificar la acción. El héroe de esta novela, Javier de Montcada, se alista como alférez de requetés al comienzo de la contienda, por razones familiares diversas. En 1937, participa en la batalla de Brunete, y es librado de una muerte segura por Soledad, duquesa de Simancas, quien le dona su sangre en el mismo campo de batalla. Enfermera voluntaria, se encarga de su cuidado hasta que se repone de sus heridas en el hospital militar de Salamanca. Soledad, casada con el representante del bando nacional en el Vaticano, lo seduce en su dehesa. Surge así una historia de pasión, de intriga y también de espionaje, que justifica los más de treinta años le ha llevado a Maristany la reescritura de este fresco de la Guerra, que comienza en Cataluña y se va desarrollando por distintos escenarios de esa contienda fraticida.