Novela

La elegancia del erizo

Muriel Barbery

1 noviembre, 2007 01:00

Trad. Isabel González-Gallarza. Seix, 2007. 367 pp., e.

Un auténtico fenómeno de ventas fue lo que causó en Francia hace unos meses La elegancia del erizo, segunda novela de la escritora francesa y profesora de filosofía Muriel Bartery (Bayeux, 1969). Con este título, singular y metafórico, Bartery emprende, desde dos voces tan dispares como la de una portera y una niña de 12 años, una crítica feroz de la sociedad francesa, sobre todo de la "alta" sociedad, inamovible, retrógrada, llena de prejuicios infundados y sobrepasados, que vive en los pisos del inmueble nº7 de la calle Grenelle que se encuentra en el distrito VII, uno de los más distinguidos y caros de París. En pequeños capítulos, las dos narradoras irán alternando sus pensamientos negativos sobre sus prójimos, a base de filosofía barata, citas literarias rusas, máximas francesas y cultura japonesa que componen, para mi gusto, los mejores pasajes del libro. Asimismo, el estilo de cada una de las narradoras pretenderá ser acorde con las propias características personales de las dos mujeres.

Nadie se imagina que Renée Michel, esa vieja, gorda, y antipática portera pueda estar dotada de una cultura semejante. Nadie se lo imagina ya que, ella misma hace todo por esconderlo y parecerse a esa vieja, gorda y antipática portera. Con el ruido de fondo de una tele encendida que no ve nunca, Renée imita a la perfección a su prototipo. Como una clandestina, lee a Proust, su gato se llama León en honor a Tolstoi y saca libros de filosofía de la biblioteca. Paloma, una niña de doce años que, probablemente por algún propósito literario desconocido por parte de la autora, se llama igual que su hermana Colombe (Paloma en francés), vive unos pisos más arriba. Es la única que, por su inteligencia, parece haberse percatado de la verdadera naturaleza de Renée: "La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes" (p. 157). El descontento de la joven ante su familia y el medio hipócrita en el que le ha tocado vivir le hacen tomar una decisión drástica: el 16 de junio, día en que cumpliría 13 años, se suicidará. Sus críticas, maduras para una niña de su edad, retratan unas conductas materialistas por parte de la sociedad adinerada que compara, a veces con más acierto que otras, a la clase media francesa.

Pero la vida de estas dos mujeres incomprendidas dará un giro al llegar al 7 de la calle Grenelle un nuevo propietario japonés. Kakuro Ozu parece guiarse por una sensibilidad y una cultura diferentes: "He aquí pues mi idea profunda del día: es la primera vez que conozco a alguien que busca a la gente y ve más allá de las apariencias" (p. 159). Desde las paredes del edificio hasta el comportamiento de sus habitantes, la llegada de Ozu permitirá que la "cáscara" (p. 160), es decir, la fachada, el disfraz de cada uno de los personajes de esta historia caiga inconsistente para siempre. Será el arte, el amor a la literatura y su soledad lo que unirá a estos tres personajes tan dispares en edades, cultura y vivencias.