Image: Lagartija sin cola

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Novela

Lagartija sin cola

José Donoso

10 enero, 2008 01:00

José Donoso. Foto: Archivo

Edición de Julio Ortega. Alfaguara, Madrid, 2007. 230 páginas, 12’90 euros

El escritor chileno José Donoso (1924-1996) nunca publicó esta novela. Según asegura su editor, el escritor y profesor Julio Ortega, su hija Pilar la descubrió entre los papeles que el autor vendió a la Universidad de Princeton. Comenzaría a escribirla en enero de 1973 (vivió en Barcelona y Calaceite entre 1967 y 1981) y había adquirido ya su casa de piedra en esta población de la provincia de Teruel, aragonesa y no catalana, que es motivo de la narración. Donoso se inventará ese pueblo de Dors que situará en las cercanías del catalán Mora de Ebre, con lo que inducirá a la confusión. En la página 160 se le escapa la ubicación: "este adusto y pedregoso pueblo aragonés".

El editor precisa que Donoso sólo corrigió el primer capítulo que luego convertiría en tercero; ordenó, sin embargo, el conjunto y realizó breves anotaciones o correcciones. "He hecho una leve revisión del manuscrito, sobre todo de la prosodia, para aliviar reiteraciones o tropiezos y facilitar su extraordinaria fluidez", añade Ortega, quien lo resume con exactitud: "Donoso se propuso una fábula tan irónica como melancólica de la pérdida de España bajo las hordas del turismo. Sólo que esa historia es paralela a la de un artista que renuncia al arte, decepcionado por su comercialización". Cabe añadir que la no publicación de la misma hubiera sido lamentable, porque tras sus páginas aparece la figura del escritor tal y como lo recordamos cuando lo conocimos durante su estancia barcelonesa y en la aventura de la reconstrucción de aquella casa abandonada en Calaceite, donde llegó a descubrir, como su personaje, vestigios romanos.

Su protagonista no es un escritor, sino un pintor, Muñoz-Roa, informalista, vinculado más o menos al grupo de Tàpies, Cuixart y Tharrats, y catalán. Salvo el mismo Donoso en otra novela que sí publicó, los escritores que vivieron en la Barcelona de los no tan dorados 60 apenas si han novelado sobre su estancia en España. Lagartija sin cola es feliz excepción. Ya en las primeras páginas, alude a un artículo que Muñoz-Roa habría publicado en la revista "Destino", donde decía que "el informalismo español era una superchería", pese a los éxitos de crítica y de ventas que consiguió por los contactos sociales de su primera mujer.

La acción se inicia seis años después, cuando acompañado por Lola -su actual compañera- y huyendo del turismo de la costa tarraconense, se adentran hacia el interior y descubren el pueblo casi medieval de Dors, con su castillo inaccesible y una iglesia gótica que se restaura lentamente. La división de Mora por el río Ebro en dos partes, la nueva y la vieja, dará idea a Donoso de convertir a Dors en un símbolo dual de una pureza que desea mantener eludiendo cualquier asomo de turismo. Pero desde el inicio el protagonista es ya un vencido. Por fidelidad a sus ideales anticomerciales ha dejado de pintar. Mantiene buenas relaciones con su primera mujer y con Luisa, que le acompaña y será quien le incite a comprar una casa en el pueblo. Ella comprará otra mayor y algunas más pequeñas para su hija Lidia. La mayor parte de sus personajes viven atormentados. Pero, sin duda, el mayor acierto de la novela consiste en la recreación del ambiente pueblerino y el doble mundo burgués e intelectual y campesino, incapaces de entenderse.

Donoso ha evitado cualquier atisbo de idealización social. Salvo un picapedrero, los personajes se caracterizan por un primitivismo egoísta. Los propietarios rurales pretenden convertir el pueblo en un centro de diversión. El pintor se integra mal en aquella comunidad egoísta, aunque valora ciertas fidelidades, como el paisaje, la fonda donde se alberga, mitifica el emblemático e inaccesible castillo de los señores de Calatrava y es lúcido cuando su mujer Diana dice a sus hijos que: "-La pasión por una cosa, por algo, es mucho más importante que la pasión por alguien, y dura muchísimo más...". ésta será otra de las columnas del relato, porque la fidelidad estética a Dors, abandonada la creación individual, habrá de ser el eje de su existencia. Nada explica de su retorno a Barcelona (¿tal vez la muerte accidental de Bartolo, equívoco homosexual con Bruno, el italiano y con el protagonista?), el saqueo no explicado de su casa, aunque sí su estado depresivo de regreso a Barcelona, del intento de Luisa para que retorne a la pintura realizando un mural para el aeropuerto de Huelva. El Epílogo supone un salto atrás en el tiempo, una incursión en la adolescencia en La Garriga, breve escena erótica, presidida por La vida de Lucrecia Borgia y el fantasma del incesto. Cierto es que quedan flecos en este relato. Sin embargo, Donoso y sus acerados análisis y fantasmas brotan por doquier. La España previa al divorcio, el escándalo de Diana, tan rica que mantiene a Muñoz-Roa, y sus hijos, cuya relación corresponde a una época ya lejana, la moralidad/inmoralidad de una generación, el exotismo de los extranjeros de la generación hippie y la fidelidad al arte, que preside el relato, nos permiten acceder a temas frecuentados en el conjunto de la obra de Donoso. Ha sido un acierto recuperar Lagartija sin cola, aunque sea en su primer estadio. El autor, el hombre están ahí, con sus claves y la visión certera de una España que se esfuma.