Las mujeres inglesas destrozan los tacones al andar
Almudena Solana
17 enero, 2008 01:00Almudena Solana. Foto: Archivo
La ráfaga de frescura creativa que supuso El currículum de Aurora Ortiz reaparece en este segundo relato de Almudena Solana confirmando tal destreza como credencial identificadora de su haber literario, marcado, hasta la fecha, por dos fábulas agridulces, ágiles y dinámicas, envolventes de principio a fin. Son los suyos argumentos donde lo que se elude se convierte en el recurso desdramatizador de aquello a lo que se alude en acciones desenfadadas, imaginativas, salpicadas de ternura y de gestos ingeniosos, tomadas, en ambos casos, por una voz aguda que se erige en protagonista de la peripecia narrada por ella misma. ¡Un derroche de singularidad creadora! Lean, si no, Las mujeres inglesas destrozan los tacones al andar y verán como hay una propuesta narrativa que sostiene a su vez, y sin desmayo, una propuesta estética en plena consonancia con la poética del libro, con el tema y las intenciones que lo guían: en este caso representar la épica de la emigración.¿Cómo? Sin redundar en la deriva moral de una aventura colectiva de esa índole, aquí dedicada de forma explícita "a los nómadas del mundo, especialmente a aquellos españoles con hambre que un día marcharon lejos. A todos los valientes e inconformistas que son, siempre, los que mueven los pies". Así, con desenfado, teje un discurso serpenteado de anécdotas imprevisibles. Tal es la "horma" elegida para hablar de "las maneras" de estar y de andar por el mundo, exprimiendo significados en un derroche de ingenio que otorga a la novela intenso atractivo.
Su argumento, organizado en cuatro partes -"Zapatos", "Botas", "Zapatillas"… y un ·Escarpín"- es asunto de Louise -"Pirita" para sus compañeros-, 27 años, hija de gallegos que emigraron a Londres, aunque "ahora" ellos han regresado y ella sigue viviendo y trabajando allí. De hecho escribe en su cuaderno y zigzaguea entre su vida y sus recuerdos, jugando con la engañosa dispersión de tiempos y escenarios: su trabajo en un Call Center le gusta porque le permite hablar encubierta, hecho que cambió su suerte, pero esa es otra historia. La que cuenta como sin querer contar es la que transmite la voz de su padre narrándole la vida de la familia: la suerte de espaldas, su infancia con el abuelo Antón, maestro zapatero en un tiempo convertido en cartillas de racionamiento, injusticias, "inconvenientes" que la guerra ayudaba a disculpar. Y el abuelo defendiendo "lo mucho que hemos de aprender de los pies, de su autonomía compartida". Esa filosofía doméstica,entrañable, que saca punta al infortunio sin subrayados hirientes, impregna los anhelos de su nieta, su búsqueda constante de una felicidad que ella tilda de "asequible", sólo alcanzable si se logra caminar con el "calzado adecuado". Toda una teoría del oficio de vivir inmersa en la historia, rotundamente ingeniosa, en detrimento, a veces, de valores narrativos que se supeditan a tanta plasticidad creativa. Lo que podría representar un defecto… si no fuera porque la autora defiende con solvente estilo su credibilidad.