Image: Las galeras de Normandía

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Novela

Las galeras de Normandía

Ramón Loureiro

14 febrero, 2008 01:00

Ramón Loureiro Foto: Archivo

Trad. del autor. Edaf, 2007. 296 pp., 17’50 e

"Novela de viento de voces, fábula de nombres que cambian como si fuesen máscaras y de muy animadas especies de fantasmas, romance de la última Bretaña". Así presenta Ramón Loureiro (Sillobre, La Coruña, 1965) su afortunada novela Las galeras de Normandía, publicada en gallego en 2005. En efecto, se trata de un texto polifónico en el que se oyen voces de vivos y de muertos en sobrenatural convivencia, como si de un coro fantasmal se tratara en su alucinante recorrido por tierras de la última Bretaña, en espera de la llegada redentora de las galeras de la Bretaña francesa para firmar con los duques normandos un pacto que ponga fin a la tiranía.

Todo comienza con la extraña aparición de unas pinturas en las paredes de la iglesia del Santo Adrián de Loxe que sólo pueden haber sido pintadas por los muertos, pues nacen bajo los tabiques, y suben por la cal de los muros buscando una salida a la luz. Este motivo recurrente vertebra el texto coral de esta novela abierta a múltiples interpretaciones relacionadas con el mítico territorio galaico, literariamente fecundado por Cunqueiro, Torrente Ballester, Méndez Ferrín y Casares, homenajeados en esta hermosa novela. Su esqueleto argumental se apoya en el fantasmagórico recorrido del ejército de liberación mandado por el príncipe de dos cabezas Henrique de Caldaloba y formado por simpatizantes vivos y muertos, con nobles y hombres del pueblo unidos por la llamada de una "nación sin tierra, hecha de sueños". Hasta que, completado el viaje desde la Chaira lucense hasta la ría de Ferrol, a donde deben llegar las galeras normandas, todo acaba en fracaso.

Tanto en su consideración como ambiciosa novela cuya historia hunde sus raíces en una Galicia mágica, a la vez que pone de relieve problemas reales (corrupción, inmigración ilegal, reconversión laboral de los astilleros ferrolanos…), como en la legítima interpretación alegórica de su contenido en relación con un país condenado a la eterna espera de su salvación, descubrimos en Las galeras de Normandía un texto muy complejo, rebosante de fascinación y sabiduría literaria enriquecida por lúdicos apuntes metanarrativos, muy galaico por la raigambre valleinclanesca de su carnaval errante de voces y máscaras unidas por un destino colectivo, por la integración de mito, leyenda y realidad y por la cuidada combinación estilística de aliento épico, lírico y el quiebro irónico. Dicha imaginería carnavalesca se manifiesta en todo el relato. Y se impone al final, cuando irrumpen dos figuras en una Harley Davidson conducida por un motorista aficionado a los puros (Carlos Casares) y, como acompañante, un catedrático con lentes de culo de botella y magnetófono al hombro (Torrente Ballester).