Image: Mi mundo no es de este reino

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Novela

Mi mundo no es de este reino

Joao de Melo

13 marzo, 2008 01:00

Joao de Melo. Foto: Joana de Melo

Traducción de Rebeca Hernández. Linteo, Orense, 2008. 438 pp, 18 e.

Cuando en 1992 nos llegaba el título más aplaudido de João de Melo (Portugal, 1949), Gente feliz con lágrimas, lo recibimos como una prueba esperanzadora de que no todo estaba perdido para la novela genuinamente literaria, porque tanto la reciedumbre de su argumento como su complejidad expresiva y ambición intelectual le situaban en las antípodas de la ligereza, por aquel entonces tan sintomática, de la posmodernidad. Pasados los años, esta nueva entrega, impecablemente editada y traducida en una colección perteneciente a un sello ya muy acreditado en poesía, confirma que el escritor de las Azores sigue enarbolando el estandarte de la palabra esencial en el tiempo. Así lo demuestra la propia suerte de este texto, Mi mundo no es de este reino, cuya primera edición portuguesa data de 1983. Este cuarto de siglo ha dado lugar a sucesivas revisiones, la última de las cuales el autor fecha en Madrid en enero de 2006. Y la edición de Linteo ofrece la fusión de la novela con otro texto posterior, La divina miseria, que De Melo publicó en varias versiones, en español y portugués, entre 1987 y 2005, pero que ahora ocupa el lugar que le correspondía como coda imprescindible para leer cabalmente la obra en su conjunto.

La divina miseria engarza al detalle su narración con el punto final al que había llegado la anécdota de la novela anterior. En un imaginado lugar de las Azores, cuyo mito fundacional y miserable historia posterior se ha venido contando en un registro a medio camino entre lo épico y lo bíblico, parece frustrarse la revolución liberadora que João-Lázaro, un profeta comunista que se dice discípulo del Cristo de Galilea, y Jzé-María, un nativo que ha conocido mundo enrolado en los balleneros, habían urdido contra los máximos representantes de los poderes opresores, el cura Manuel Governo y el regidor Goraz. La muerte, súbita y terrible del primero, y la misteriosa desaparición del segundo dejan en suspenso aquel desenlace feliz, frustrando su promesa salvífica, algo que en el propio título de la novela podría ya anunciar la manipulación de la cita evangélica. Precisamente será el segundo texto mencionado el que resuelva en términos nada alentadores la suspensión en que el primero nos había dejado: la isla de Rozário es objeto ahora de una invasión extranjera, trasunto del establecimiento histórico de las bases norteamericanas en las Azores, que perpetúa la explotación. Pero la coda aporta otro beneficio más trascendente si cabe desde el punto de vista compositivo. João de Melo juega la carta de la metaficción, al situar frente a frente a un narrador-personaje, José-Guilherme, hermano del tirano, encargado por él de aniquilar a las ratas que dominan la isla, y al escritor que ha puesto en letras de molde la historia de Achadinha.

José-Guilherme piensa que "los escritores son unos seres enrevesados: inventan pormenores donde realmente el pormenor no existe" y adelanta así el gran valor añadido que esta obra incorpora a una historia que no ha dejado de ser relacionada con el realismo mágico de los escritores latinoamericanos.