Image: El otro amor

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Novela

El otro amor

Javier García Sánchez

1 mayo, 2008 02:00

Javier García Sánchez

Planeta. Barcelona, 2008 432 páginas, 21’50 euros

Javier García Sánchez (Barcelona, 1955) es autor de novelas importantes, sobre todo cuando aborda el tema del amor, como ya ocurría en La Dama del Viento Sur (1986), celebrada por la crítica como una inolvidable y terrible historia amorosa. En esta línea se sitúa El otro amor, centrada en la dramática reflexión sobre el amor entre la vida y la muerte, considerado en las diferentes manifestaciones y etapas del proceso amoroso, desde la más encendida pasión y sus dolientes y gozosas heridas hasta su ocaso en la rutina o el desamor. Esta historia de amor en una situación límite recoge voces y ecos de la literatura amorosa de todos los tiempos, desde Platón a Ortega. Mas podría decirse que en El otro amor se novelan dos citas de Pessoa que abren y cierran el libro. La primera dice así: "El cuerpo conquista lo que el alma desea: eso es el amor; el alma conquista lo que desea el cuerpo: eso es el otro amor". Y en la última se concluye: "Nunca amamos a nadie. Amamos, sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos".

La novela está dividida en tres partes que se corresponden con la tripartita composición clásica de presentación, nudo y desenlace. En la primera se aprovechan elementos de la literatura fantástica para mostrar a la protagonista en su incertidumbre ante la enigmática visita de un hombre que representa a la muerte. El autor aprovecha con acierto los ingredientes de tan misteriosa situación para crear una intriga que atrape la atención del lector. Eva es la dueña de una boyante empresa funeraria, una mujer independiente, trabajadora, altiva e incluso soberbia. A sus 40 años, sacudida por el anuncio fatal de su muerte antes de un año, se da cuenta de que no ha sabido llenar su vida, arrastrada por su corazón de piedra o de fuego, según la ocasión. Por ello, en la segunda parte, Eva proyecta su angustia en la revisión de su pasado sentimental, desde su infancia con sus abuelos hasta el presente de soledad, necesitada de amor tras su separación de Eduardo, que fue el hombre de su vida. Este proceso amoroso es analizado con profundidad en la segunda parte, más realista y centrada en la minuciosa introspección psicológica de la protagonista. Ya en la tercera llega el desenlace. El apasionado encuentro con Eduardo permite a Eva burlar el plazo fijado por la muerte, que, sin embargo, acabará cobrándose algún tributo muy doloroso, dejándola en su nueva soledad pero con un aprendizaje de la vida que le permitirá compartirla y colmarla con el amor que antes no ha sabido entender ni vivir.

El autor acierta en potenciar la suspensión de una intriga con elementos fantásticos para mantener la atención del lector en una novela que es, a la vez, una extensa reflexión sobre el amor, sus contradicciones y paradojas, y una gradual revisión del proceso amoroso de la protagonista con el hombre amado. La elección del narrador omnisciente en tercera persona, que adopta la visión de Eva en su pormenorizada exploración psicológica, se enriquece al final con la perspectiva aportada por las anotaciones del diario de Eduardo. Y el ritmo de la prosa se ajusta a la tensión emocional por medio de una sintaxis entrecortada y a las especulaciones sobre el amor expresando su complejidad mediante largos períodos subordinados. Pero también hay reparos que hacer en la contradicción que supone afirmar que Eva nunca dijo a Eduardo "Te quiero", salvo en una ocasión (p. 333), frente a lo grabado en sus mensajes en el contestador de Eduardo y en lo que éste recuerda de sus encuentros en casa de ella (p. 340). Abundan los descuidos y errores, como fallos de concordancia ("cualesquiera otro regalo", p. 151), usos impropios de "tema" y "restar" o el innecesario de "insaboros" (p. 336, por "insípidos"), la equívoca expresión "un par o tres de metros" (p. 74) y el erróneo empleo del pretérito imperfecto de subjuntivo acabado en "-se" con valor de pretérito perfecto o pluscuamperfecto, que sólo puede tener la forma en "-ra": "como ya le sucediese horas antes" (p. 162), y muchos casos más a lo largo del texto. Con todo, hay que reconocer que son imperfecciones fácilmente corregibles y que, por ello, no empañan la consideración de El otro amor como una buena novela.