Image: Una lectora nada común

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Novela

Una lectora nada común

Alan Bennet

15 mayo, 2008 02:00

Alan Bennet. Foto: Archivo

Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2008. 119 páginas, 13 euros

Dramaturgo, guionista de obras para la televisión y el cine, actor, novelista, Alan Bennett consigue el éxito con su pluma en el género que se proponga. Su verbo fulmina con un humor perspicaz y sus textos resultan brillantes, verdaderas obras maestras. En 2003, Bennett (Leeds, 1934) recibió el British Book Award por la obra de una vida y es considerado como "el tesoro nacional" inglés, título honorífico que no le gusta.

Una lectora nada común es, como el resto de su obra, un libro divertido, inteligente y rápido. Escrito fundamentalmente con diálogos, los personajes parecen moverse como si se tratara de un escenario teatral, que en este caso es el Palacio de Buckingham. Por eso, la lectora nada común no es otra que la reina de Inglaterra que, un buen día, descubre en su jardín el vehículo de una biblioteca móvil del ayuntamiento, aparcado junto a las puertas de las cocinas de Palacio. Sorprendida, se acerca, ausculta, pregunta y decide llevarse un libro. Empieza entonces todo el periplo de los miércoles en los que la reina cambiará un libro leído por otro nuevo. Dejará su estatura hierática que sólo se ocupaba del "deber", para acercarse al mundo de los libros, que le mostrarán vidas ajenas, sentimientos humanos, vivencias y experiencias diferentes, con verdadero detalle. Su consejero es un joven pelirrojo que trabaja en la cocina palaciega y cuya pasión siempre fue la lectura.

Bennett indaga hasta dónde la lectura puede cambiar la vida de una persona y convertirla en alguien más lúcido a la hora de tomar sus propias decisiones. Desde Proust hasta Genet que el primer ministro francés parece no saber bien quién es, desde Cecil Beaton, hasta Compton-Burnett, muchos son los autores que circulan por la novela. ¡Algunos de ellos conocidos por la reina por haberles entregado un título nobiliario! Tras constatar el tiempo que la reina pasa ahora leyendo, su entorno se preocupa profundamente por este nuevo placer de la soberana. Los libros le muestran vidas ajenas, experiencias reales y humanas que despiertan en ella nuevas facetas, más humanas, de su personalidad: su trato con la gente, su visión de las cosas, su compostura y hasta su vestimenta, todo cambia. Gracias a la lectura, la reina se vuelve más indulgente, como si, poco a poco y a raíz de la literatura, se transformase en "una persona normal". Es ella la primera en darse cuenta: "Era la lectura, y había veces que deseaba no haber abierto nunca un libro y entrado en otras vidas. La había echado a perder. O al menos la había echado a perder para su oficio" (pág. 62-63).

En las páginas de este delicioso libro, el lector encontrará una caricatura genial de la sociedad política y del poder del estado de hoy en día. Con un humor delicado, respetuoso pero directo, Alan Bennett repasa la función absurda, a veces ridícula y ultrapasada, que desem-
peña el estado soberano y nos ofrece a una reina cercana, que se pregunta, en un momento dado, por qué tuvo que aceptar asuntos de estado con los que no estaba de acuerdo. No todo es fantasía y Alan Bennett ha sabido incorporar, en este espléndido libro, una verdadera sátira contra la estupidez del poder y la ignorancia.