Image: Ya sólo habla de amor

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Novela

Ya sólo habla de amor

Ray Loriga

30 octubre, 2008 01:00

Ray Loriga. Foto: Carlos Alba

Alfaguara. Madrid, 2008. 184 páginas, 18 euros Leer extracto

Ray Loriga prosigue con esta nueva obra su trayectoria de narrador independiente, a la que, sin embargo, se le han señalado algunos modelos, más bien a ojo de buen cubero y sin apoyo suficiente. Con un estilo marcadamente personal, Loriga vuelve una y otra vez al retrato de personajes que rememoran una pérdida, un estadio feliz apenas entrevisto y que sólo subsiste en la memoria. Son tipos sentimentalmente amputados, insuficientes y menesterosos, escindidos entre su existencia real y otra vida anhelada -dualidad representada aquí, por ejemplo, con la imagen de las dos caras del espejo procedente de la Alicia de Carroll-, que se crea o se recrea mediante el ensueño y la imaginación, como le sucede al tímido e inseguro Sebastián, que arrastra un fracaso afectivo y escribe narraciones, porque, como él mismo asevera, "una novela es una novela. No tiene nada que ver con la vida" (pág. 119). Es pues, algo que puede entenderse como un recurso para compensar aspiraciones i-nalcanzables, lo mismo que sucede con la creación mental del personaje de Ramón Alaya, especie de contrafigura que acompaña a Sebastián y que parece poseer las cualidades que éste desearía: buen porte, espíritu decidido, carácter de triunfador… Por el contrario, Sebastián es un indeciso permanente, un derrotado con ribetes grotescos, empeñado en enamorarse de Mónica para restañar la herida de su antiguo fracaso matrimonial y, sin embargo, incapaz de dar un paso para hacer efectivo su propósito. El hecho de que todas las escenas de la novela se desarrollen en el interior de la embajada suiza, donde se celebra un baile del que Sebastián se desentiende por completo, representa muy bien esa actitud solipsista y ensimismada del personaje, que parece vivir dentro de una burbuja.

No hay en esta novela propiamente acciones. Sólo informaciones acumuladas por un narrador omnisciente, que entra y sale del personaje y ofrece continuamente datos, observaciones, recuerdos fragmentarios de Sebastián, con un estilo narrativo que no rehúye las afirmaciones sorprendentes o paradójicas, que a veces llegan a bordear la greguería ramoniana. Así, Sebastián, del que se afirma que "quería tanto a Mónica que le costaba andar" (p. 139), "llamaba siempre la atención un poco y se diluía al mismo tiempo con la pedantería del mercurio, que está siempre a punto de desaparecer pero no desaparece nunca del todo" (p. 43). O bien: "Se había sorprendido más de una vez dispuesto a cambiarse por cualquiera. Y quién no ha jugado alguna vez a eso. Hasta Jesucristo deseó alguna vez que su nombre sonase por delante del de Barrabás, pero quedó segundo en ese cruel concurso, y primero en la cruz" (p. 79). Esta manera desenfadada y libre de narrar utiliza también fórmulas, aclaraciones e incisos que impregnan el discurso de un estilo conversacional propio de quien relata teniendo en cuenta a un receptor cercano e inmediato: "Quede claro en cualquier caso, y ya se ha dicho pero no está de más repetirlo…" (p. 72); "tampoco se puede negar, y en esto el pobre Sebastián no podría estar más de acuerdo…" (p. 83); "y Sebastián, ya está dicho pero no está de más repetirlo, no es un conquistador" (p. 105).

El estilo narrativo de Ray Loriga recuerda en muchos momentos el de Gómez de la Serna -véanse, sin más, los párrafos centrales de la página 62-, con el que coincide también en la animación de objetos inertes y en la cosificación de lo vivo. Así, el conjunto de razones de Sebastián, visto como un ejército, "fue grande y devastador en su día", pero "había sido diezmado por el cuerpo a cuerpo musculoso de las cosas" (p. 56). La imagen según la cual el personaje se ve "condenado sin motivo a un millón de tristezas" (p. 56) de-sarrolla una prolongada y ágil disquisición que es al mismo tiempo, por aprovechamiento de la acuñación, parodia de un juicio, donde al personaje derrotado "no le quedaba más que recoger su portafolio y retirarse para siempre del juzgado" (p. 58). Esta prosa imaginativa, brillante incluso en algunos diálogos, compensa de las insuficiencias psicológicas y constructivas en el diseño del personaje, cuyo perfil se constituye a partir de lo que se dice de él -definiciones, caracterizaciones del narrador- y no tanto de sus acciones, como sería deseable.

Algo personal

¿Ha variado la posición del amor en la escala de preocupaciones de la sociedad actual?

El amor del delirio, que es del que yo hablo, sí ha cambiado, y es porque solemos pedirle al amor algo que no le compete.

¿Usa la tercera persona para sortear la inevitable pregunta por el componente autobiográfico?

-No es por eso, pero sí obedece a una decisión muy consciente. Necesitaba dar un paso atrás, distanciarme del personaje de Sebastián para poder analizarlo mejor e incluso reirme de él .

Dicen que es el predecesor de la "Generación Nocilla"...

-Me gusta mucho lo que hacen Agustín Fernández Mallo y Xavi Calvo, entre otros, pero yo no me considero el dueño de su linterna. La mía la recogí por el camino y la literatura es eso: ir encontrando y abandonando linternas por el camino. - D.A.