Novela

Llegó el tiempo de las cerezas

Nativel Preciado

6 noviembre, 2008 01:00

Espasa, 2008. 205 páginas, 19’90 euros.

Una afilada sensibilidad y un discurso nutrido en el contumaz ejercicio de su profesión y en una apasionada experiencia lectora, han hecho de Nativel Preciado la aventajada comunicadora que se asoma a la narrativa como en un respiro para sustituir los afanes de la profesión por la intensidad de la creación. Su estilo es un concentrado resultante de rigor, fluidez expresiva, ausencia de artificio y respeto por las palabras leídas en otros. Así, este libro viene arropado con un hervidero de citas y asociaciones a las que cabe añadir otra, tomada del cine (Una historia diferente), preámbulo idóneo para iniciar esta lectura: "¿qué es lo peor de envejecer?", le preguntan al protagonista unos jóvenes. Y él responde sin dudar: "Recordar cuando eras joven."

Llegó el tiempo de las cerezas, su último relato, es prueba de todo lo dicho. Es la crónica de una verdad tan humana, tan necesaria y tan necesitada de buscar el cauce de la ficción para reinventar la experiencia del miedo al paso del tiempo…, que la inmediata reacción de quienes se acerquen a ella será la de que resulta, cuando menos, entrañable y acertada. El tiempo de las cerezas es un verso de una canción francesa que llena de recuerdos a la protagonista, Carlota, una mujer de 60 años, madre, actriz de doblaje y otras cuantas razones para sentir que tiene la vida por delante. Pero en lugar de vivir el presente opta por la dimensión del recuerdo, por atormentarse con el escrutinio de pérdidas, errores, celos almacenados y rencores del pasado. Se convierte en una conciencia asustada: ¡la vejez, la soledad, el futuro sin futuro! Piensa ella que "el tiempo de las cerezas" fue un pasado, imperfecto pero definitivo. Y en ese estado asalta su vida una relación inesperada que, a pesar de ella misma, le impulsa a reencontrase en el significado de nuevas palabras, nuevos deseos, nuevos afectos, nuevas expectativas.

El encuentro se convierte en nudo de la trama, al tiempo que sirve para ir deshaciendo el nudo de contradicciones que atenazan a Carlota. Y el desenlace no es tal, porque acciones como ésta, que sólo tienen lugar en el territorio emocional de la protagonista, que no son un tratado sobre la sabiduría esencial -que consiste en saber envejecer- pero enseñan a quitarse el miedo de encima, a reconciliarse con la dirección insoslayable de la flecha del tiempo -en realidad, el único argumento de la novela-, muestran que lo que está por venir puede propiciar el mejor recuerdo.