Image: La sombra de Horacio

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Novela

La sombra de Horacio

Antonio Prieto

5 junio, 2009 02:00

Antonio Prieto. Foto: Olga Labrador

Real Academia Alfonso X. El Sabio. Murcia, 2009. 176 páginas, 15 euros

En alguna ocasión Antonio Prieto (Granada, 1930) ha dicho, con mezcla de ironía y modestia, que él tenía más discípulos que lectores. Con ello aludía a su doble condición de profesor y estudioso de la literatura, autor de importantes monografías sobre los clásicos, y, a la vez, novelista que, por la impregnación intelectual de sus obras, no ha llegado al número de lectores que merecía, a pesar de haber conseguido premios tan populares como el Planeta. Sea como fuere, parece que el filólogo y el novelista han querido reunir en un libro a sus discípulos y a sus lectores. Pues La sombra de Horacio es una novela singular, concebida con la libertad de quien está de vuelta de todo pero que no renuncia a su testimonio en defensa de la tradición frente a la barbarie.

La novela ve la luz fuera de los circuitos comerciales, encabezada por una amistosa "Carta al autor" escrita por Francisca Moya del Baño, profesora de la Universidad de Murcia, que, more unamuniano, aparece también como personaje de la obra (pág. 95), aunando realidad y ficción, lo cual constituye uno de los temas nucleares del relato. Siguen a continuación 9 capítulos compuestos con todas las anacronías asequibles al omnímodo poderío de la novela, que comienza con la noticia de la muerte de Quinto Horacio Flaco comunicada al narrador por Paulo Valerio Máximo en el campus de la Universidad Complutense. Con este comienzo la obra se acoge al modelo de novela policíaca, pues el mensajero sugiere que Horacio no ha fallecido de muerte natural. Y con esta leve intriga, el narrador recrea en dos tiempos, separados por más de 2000 años, su amistad y convivencia con el poeta latino en la Roma de Augusto (s. I a. de C.) y su labor de catedrático universitario a punto de jubilarse.

La sombra de Horacio es una deliciosa novela para lectores cultos y de paladar exquisito. Por sus páginas fluyen citas latinas de las odas, epodos y sátiras de Horacio, así como los tópicos horacianos que han fecundado la literatura a partir del Renacimiento (carpe diem, beatus ille, aurea mediocritas, etc.). Y en la naturalidad y el amor con que la tradición se recrea, mientras el narrador entona su lamento por el paso del tiempo y la juventud perdida, hay una inteligente lección de humanismo. Sirvan de muestra las dos perlas que siguen: "deberíamos regar todos los días el pasado para así hacerlo crecer con la actualidad" (pág. 24); y su complemento: "si los griegos hubieran mostrado el mismo desprecio que nosotros por lo nuevo ¿quién sería hoy antiguo?" (pág. 34).