Image: Barcelona Trágica

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Novela

Barcelona Trágica

Andreu Martín

31 julio, 2009 02:00

Andreu Martín. Foto: Santi Cogolludo

Ediciones B, 2009. 352 pp., 18 euros

En este año se cumple un siglo de la llamada "Semana trágica" de Barcelona, con los violentos motines de carácter anarquista surgidos como protesta contra el envío de tropas a Marruecos, y esta circunstancia conmemorativa ha desencadenado la reedición de estudios ya clásicos acerca de aquellos sucesos, como el de Joan Connelly Ullman, o la aparición de otros, como el de Dolors Marín, o Siete días de furia, de Antoni Dalmau. Al centenario se suma -de momento-esta novela de Andreu Martín (Barcelona, 1949), que, respetando el marco histórico de los hechos y hasta los más pequeños detalles topográficos urbanos,construye decididamente un relato de ficción. La dedicación de Martín a diversas modalidades literarias -guionista de comics y de cine, autor de narraciones juveniles, etc.- no ha oscurecido, sin embargo, su faceta más conocida de cultivador de la novela negra, donde cuenta con algunos de los títulos más destacados del mercado español. Y algo subsiste aquí de ese tipo de narración en el relato de actos violentos, individuales o colectivos -la violación y asesinato de una niña, las agresiones, robos, incendios y homicidios en las calles -enmarcados en una sociedad enferma, corrompida y llena de desigualdades. Por encima de la minuciosa reconstrucción de los hechos reales, lo que se impone en estas páginas es, sobre todo, la historia de la acaudalada familia Estrada, contrapuesta a la miseria de algunos sectores urbanos, y la relación que surge entre Emilia Estrada y el padre Feliu y que da lugar a algunas de las escenas de mayor finura psicológica que ofrece una novela donde lo que predomina es la acción de ritmo rápido, el relato de idas y venidas, la descripción de lugares, el nervio cronístico que atraviesa la narración de los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden.

En todas estas páginas se advierte el oficio del escritor, su prolongada dedicación a la tarea de contar historias, y la costumbre de utilizar ciertos estereotipos para la creación de personajes reconocibles, que aparecen en el relato, por así decir, con su perfil psicológico ya predeterminado. Algo hay de eso en el poderoso Vicente Estrada, que por esta razón tiene contornos bien definidos, al contrario de lo que sucede con su hermano Anselmo, defensor de una actitud frente a los motines que resulta difícil de explicar. Junto a ellos, las figuras de Emilia -cuya atracción por el padre Feliu, tras una prolongada soltería, le permite conocer un mundo ajeno al suyo-, y del sacerdote joven en el que parecen apuntar ecos del Nazarín galdosiano, poseen una profundidad mayor; lo mismo cabe decir del criado Basilio, cuya personalidad crece a medida que van descubriéndose sus antecedentes que lo conducen hasta un comportamiento con el que parece buscar intuitivamente su propia redención. Estos tres personajes sostienen la historia -la novelesca- con mayor vigor que la narración de los sucesos reales de la Semana trágica, ya conocidos y descritos por historiadores y periodistas.

Y poco puede objetarse a la prosa de un escritor tan experimentado, salvo el hecho de poner ocasionalmente en boca de algunos personajes giros inexistentes en 1909 ("maniobras de cara al otoño", p. 65; "condicionarlos de cara a su vida futura", p. 128), errar en alguna expresión latina ("Qui prodest?", p. 182) o incurrir en catalanismos léxicos ("purria", p. 172) o morfológicos, como el uso reiterado de "igual como" por 'igual que' (pp. 122, 177, 257, 270, etc.).