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Un recodo en el río
V. S. Naipaul
31 julio, 2009 02:00V. S. Naipaul. Foto: Alstair
Un recodo en el río se beneficia de dos logros que le deben ser reconocidos sin reservas a su autor. No es ésta la primera vez que Naipaul acerca a la realidad africana su penetrante mirada de hindú nacido en una pequeña colonia británica del Caribe y formado en la metrópolis londinense. Una de sus últimas novelas, Media vida, sitúa al protagonista en el Mozambique de las guerras anteriores y posteriores a su independencia, adonde llega por azares del amor, desarraigado incluso de la lengua inglesa como lo estaba ya del idioma materno aprendido en la India a la que no volvería nunca. En esta obra domina uno de los patrones más caros a su autor, el de un bildungsroman marcado por el contexto de la colonia, mientras permanece en un segundo plano el escenario histórico y social. Pero quienes lean ahora Un recodo en el río encontrarán la fuente inspiradora de Media vida y disfrutarán de esa otra dimensión del relato allí obviada, la que hace de ella un fresco vívido y apasionante de un proceso que los europeos conocemos mal: la descolonización de las repúblicas centroafricanas.Naipaul elude en Un recodo del río nombrar el país en que su protagonista vive semejante proceso. Pero hay pocas dudas de que Salim narra la convulsa etapa de la independencia en el Congo belga, con el eterno retorno de las guerras tribales y de los ciclos de caos o descontrolada estabilidad que desde Lumumba se sucedieron hasta la égida de Mobutu, uno de los personajes de esta historia en la que aparece como "El Gran Hombre", siempre tocado de la "gorra de piel de leopardo" que le hizo inconfundible.
Naipaul es un consumado narrador, maestro en la creación de personajes insólitos y complejos, a lo que cabe añadir en Un recodo en el río unas cualidades descriptivas realmente admirables. Entre los que destacan en este fresco africano, los menos son europeos, aunque uno de ellos, Raymond, desempeñe el enigmático papel de intelectual orgánico al servicio de la inestable construcción del Estado congoleño por parte del Gran Hombre. En tal intento, el líder consigue a ratos que los jóvenes se identifiquen con él y con un proyecto nacionalista basado en "una idea de esplendor y novedad"(página 141).
Pero hay dos figuras que acaban sobreponiéndose a las demás, y representan sendas caras de un auténtico alter ego del escritor. Ambos son africanos de la costa del índico, vástagos de los emigrantes que desde el Punjab u otras partes de la India se habían asentado allí, como los Naipaul recalaron un día en Trinidad. Salim representa la personalidad más acomodaticia de los dos, aunque esté dispuesto a conocer la verdadera áfrica, la del interior, adonde se traslada para ejercer el comercio en una ciudad ribereña que bien podría ser Kisangani. Por el contrario, su amigo Indar parece seguir más puntualmente los pasos del propio Naipaul, y marcha a Londres para estudiar allí y regresar luego "lleno de una rabia colonial" nacida de una sensación que el Nobel refleja en uno de sus títulos: Finding the Centre (1984). El centro más genuino que les pertenece tanto a Salim como a Indar se identifica con la noción de que no pertenecen a ningún lugar, solo a sí mismos, lo que acaba justificando la especial "hubris" que los caracteriza: un seguir adelante contra viento y marea.