Novela

Los oficiales y El destino de Cordelia

Ray Loriga

30 octubre, 2009 01:00

El Aleph. Barcelona, 2009. 77 páginas, 19 euros


Deberían existir atajos gramaticales que permitieran detenerse a ponderar las cualidades de un buen libro sin dejar de hacer una pausa sincera en sus alrededores, esto es: en la solvencia intelectual de su autor (Ray Loriga, Madrid, 1967) y en el amplio horizonte que su escritura demuestra tener por delante; en su estilo alusivo y elusivo, concien-
zudamente sincopado y admirablemente expresivo; en el mimo que la editorial ha depositado en la edición de estos dos relatos mínimos, y en la dulzura y la gravedad contenida de cada uno. Pero no es así, de modo que debemos conformarnos inevitablemente con resaltar que acostumbrados como estamos a que el lenguaje no tenga freno y las palabras salgan a borbotones hasta acampar a sus anchas por toda clase de escritos, un modo de contar silencioso, capaz de componer situaciones y sugerir pormenores sin ninguna clase de rodeo, reconcilia con la sustancia de la buena literatura.

El primer relato - "Los oficiales"- toma como pretexto el momento puntual en el que un oficial (cualquiera), en una guerra (de tantas), asiste con sorpresa y humillación a la imitación burlesca que de sus gestos y su persona hace un soldado entre los de su tropa. La anécdota compone un argumento que escruta las reacciones encontradas del propio oficial, en el campo de batalla y más allá, acabada la guerra, en un frente que es él mismo, ahora convertido en otro "del que no puede irse", atrás quedó el que era, donde es imposible volver. Ahora el combate le pone frente a enemigos nuevos ante los que no sabe defenderse. Y mientras la historia se cuenta, un narrador teje asociaciones y reflexiones que sin decirlas sugieren el amor, el dolor, la humillación, miedos y fantasmas innombrables… El hombre habitado por paradojas irreconciliables.

El segundo, -"El destino de Cordelia"- apunta a otro frente bien distinto: a la mujer acosada por el amor de hombres que la vigilan y la asedian desde el despecho sin hacer concesiones a su fibra humana, a lo que en ella y por ella "sucede", a pesar de ellos. El discurso lo articula la visión del que se sabe con la batalla perdida y dispara su venganza desgranando pasajes y aireando impresiones sugeridoras de una impostada victoria real. Leerlo reconforta: por lo grave y sincero.