Novela

Un asunto sensible

Miguel Barroso

29 enero, 2010 01:00

Mondadori, 2009. 440 pp, 18'90 e.


"En el comunismo uno nunca sabe el pasado que le espera", advierte uno de los numerosos testigos que prestan testimonio en este "asunto" que ha tenido absorbido al periodista y escritor Miguel Barroso (Zaragoza, 1954) durante ocho años. Se trata de una materia "sensible"; tanto que, mientras buscaba documentación para una segunda novela (la primera fue Amanecer con hormigas en la boca), tropezó con lo que la reciente historia de Cuba considera un caso cerrado y dejó a un lado el proyecto de ficción para embarcarse en este complejo episodio. Lo que leemos es el fruto de indagar en documentos escritos y rastrear testimonios de supervivientes, de un intento por poner orden en un laberinto imposible de datos y hechos dudosos o falseados; aunque reconoce que fueron las voces escuchadas las que le condujeron realmente hasta la versión que aporta en esta crónica, resultado de una minuciosa y (a veces en exceso) prolija reconstrucción de los hechos que narra, imprescindible para miradas siempre atentas a la controvertida realidad de Cuba.

Un asunto sensible viene arropado con un subtítulo esclarecedor: Tres historias cubanas de crimen y traición, lo que podría llevar a pensar que en él están las convenciones formales de la novela negra o de la crónica novelada. Quizá, por eso, convenga aclarar que, tratándose de una historia con hechos y personajes reales, lo más acertado sería incluirla dentro de ese género híbrido apodado por Cercas de "relato real". Lo es. Expone "el caso" de un joven comunista, Marcos Armando Rodríguez, procesado en 1964 por delatar el refugio de cuatro revolucionarios que fueron ejecutados (episodio conocido como "el crimen de Humboldt", 1957); reordena las secuencias del "juicio", que se lleva a cabo, inexplicablemente, con siete años de retraso y que acaba por manifestarse como "una farsa para debilitar facciones en pugna y fortalecer el poder de Fidel Castro". Revela conclusiones que conducen a su verdad sobre lo ocurrido, redimen al culpable y señalan a un traidor responsable de enmarañar los hechos y arrinconarlos en el olvido. Una de esas facciones la encabezaba Joaquín Ordoqui: un importante militante del Partido Comunista, acusado de colaborar con la CIA, destituido de sus cargos y sometido a arresto domiciliario hasta su muerte, en 1973. "Nunca fue juzgado".

Demostrar la conexión entre estos asuntos, y devolver a la historia de Cuba el nombre de Ordoqui son razones de peso para este inmenso esfuerzo. Otra es, seguro, la que manifestó Llongares cuando escribió Nuestra Epopeya: "Quien borra un recuerdo niega a sus víctimas".