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Image: León de Bretaña
León de Bretaña
Ramón Loureiro
5 febrero, 2010 01:00Ramón Loureiro. Foto: Archivo
Como vamos viendo, León de Bretaña es una narración fantástica llena de magia y misterio, poblada de difuntos que hablan con los vivos en un concierto de voces que compone una novela coral desarrollada en el no tiempo del Trasmundo. Frente a la Historia y sus calamidades el autor levanta una verdad poética que constituye una gran metáfora de Galicia, representada en el mítico territorio de Escandoi, en torno a la ría de Ferreol, topónimo apenas desfigurado (un Ferrol reconocible en sus calles y plazas e instituciones), y vecino de otros lugares que aparecen con su nombre real, desde Ares y Mugardos hasta Perlío.
Si en el espacio de la novela se suceden con toda naturalidad lo real y lo imaginario y aun lo mágico, lo mismo se aprecia en sus personajes, encarnados por difuntos redivivos en una obra que se presenta en su largo subtítulo como Fúnebre Canto de Visionarios y Fantasmas. En sus páginas conviven con natural armonía seres imaginarios y espectros del Trasmundo, como el resucitado León de Bretaña, que acabará cumpliendo su anunciada coronación en San Martín de Mondoñedo, el Morgado de Escandoi, el señor de Landares o el Príncipe de Dos Cabezas, con otros personajes extraídos de la realidad ferrolana.
Ficción y realidad están perfectamente integradas en una novela impregnada de magia y misterio, surgida del mito y la fantasía, en una Galicia milagrera poblada de sombras, espectros y almas en pena, donde reina una igualación prosopopéyica entre personas, animales y cosas que permite relatar con el mismo código tanto historias fantásticas como sucesos de naturaleza realista. Esta selva de narraciones arracimadas en los 65 capítulos de que consta la novela constituye una extraordinaria muestra de la oralidad y sus virtualidades narrativas, con toda su espontaneidad y frescura, salpicando de galleguismos léxicos y morfosintácticos un texto de cuidada elaboración, en una prosa de gran complejidad y riqueza, con oraciones alargadas por medio de subordinadas y el añadido de incisos entre guiones y paréntesis, lo cual recuerda el estilo de Benet. Aunque si de apuntar maestros se trata en esta novela excelente por el encanto de sus historias y leyendas, sus ráfagas de ironía y humor, su aliento poético y la riqueza y musicalidad de su estilo, que el autor dedica a la "memoria de todos mis difuntos", mejor será rendirnos al magisterio de autores gallegos como Cunqueiro y Torrente Ballester. En esa línea los amantes de la buena literatura encontrarán aquí una novela con mucho de juego y artificio libérrimos en sus frecuentes reflexiones metanarrativas, llena de ternura y melancolía.