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El anorak de Picasso
José Antonio Garriga Vela
2 julio, 2010 02:00José Antonio Garriga Vela. Foto: Jesús Domínguez
La lectura de El anorak de Picasso y, sobre todo, el enfoque de la obra, gobernada por un sujeto narrativo que no pertenece al ámbito de la ficción, sino que coincide con el propio autor, sitúa a éste en la línea de escritores como Enrique Vila-Matas, y recuerda inevitablemente obras recientes del escritor catalán, como Dietario voluble (2008), con la diferencia de que en Vila-Matas los recuerdos y las citas literarias irrumpen en cada página, convertida en esponja que absorbe y asimila los nombres más dispares (Kafka, Monterroso, Coetzee, Montaigne, Erasmo, Magris y muchos otros), mientras que Garriga Vela casi no habla más que de su propia literatura, en un ensimismado monólogo alimentado por citas continuas -y a menudo excesivas-de fragmentos extensos de las obras objeto de recuerdo o reflexión.
Si se tiene en cuenta esto, es fácil comprender que el interés del volumen queda, por tanto, limitado por el interés previo que la obra de Garriga haya despertado en el lector, si bien es preciso reconocer la pulcra escritura del autor y su capacidad para dar atractivo a ciertas anécdotas y evocaciones mínimas, como sucede con el encargo de Picasso y el cierre del capítulo correspondiente, o el melancólico encuentro, después de muchos años, entre Judit y los dos hombres que la amaron sin que ella lo supiese: el poeta Joan Margarit y el propio autor (págs. 73-74). Curiosamente, son algunos de los pocos casos en que la narración alza el vuelo porque plasma hechos que podrían pertenecer al ámbito de la ficción, aunque no sea así. Y tal vez el lector habría agradecido que en el interior de estas páginas tenazmente confesionales se deslizaran de vez en cuando destellos de creación imaginativa no circunscritos al orbe de la ejecutoria literaria del autor, aunque sea justo reconocer la peculiar condición de lletraferit del escritor, que lo sitúa en la estela de Vila-Matas y lo impulsa a colocar la literatura en el centro de la existencia: "Nos pasamos los primeros años de la vida deseando ser mayores y el resto temiendo morir. Yo trato de exorcizar el miedo a la muerte escribiendo" (pág. 83).