Image: Aventuras del submarino alemán U

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Novela

Aventuras del submarino alemán U

Ricardo Baroja

30 julio, 2010 02:00

Ricardo Baroja, Por B. Bienabe

Ediciones 98. Madrid, 2010. 144 páginas, 16 euros


Menos conocido -y menos fecundo- como escritor que su hermano Pío, Ricardo Baroja (Río Tinto,1871 - Vera de Bidasoa, 1953) fue, además de notable pintor y grabador, articulista, autor de algunos relatos y experto en técnicas de navegación -lo que le permitió proporcionar datos a su hermano Pío para sus novelas del mar-, como acreditan muchas de su obras pictóricas, su conocida novela La nao Capitana (1933) y también ésta que ahora se reimprime, aparecida bajo el transparente seudónimo de J[uan] G[ualberto] N[essi] en 1917, en plena guerra europea, cuando la división de los españoles entre germanófilos y aliadófilos produjo numerosas polémicas en la prensa, además de alguna humorística sátira narrativa, como la novela Los que no fuimos a la guerra, de Wenceslao Fernández Flórez.

Pero esta cuestión apenas asoma en Aventuras del submarino alemán U, salvo en una conversación en que el narrador afirma que "la mayoría de los españoles son germanófilos" (pág. 66), tal vez para contentar al teniente alemán que se interesa por el asunto. No son estas cuestiones ideológicas las que interesaron primordialmente a Ricardo Baroja al componer la novela, salvo para caracterizar con tintes un tanto caricaturescos al médico del submarino y su exaltada defensa de la raza aria. Lo que se propuso fue escribir una novela de aventuras que, por el ritmo veloz de la narración y su estilo, recuerda a veces las fórmulas novelescas de Pío Baroja en Shanti Andía, en La estrella del capitán Chimista y en otros títulos ya clásicos de la infrecuente "novela del mar" española. Incluso el modelo compositivo es, como sucede en varias novelas de don Pío, el del "manuscrito encontrado", que incluso aparece en varias ocasiones con fragmentos supuestamente tachados por la censura del Almirantazgo alemán para evitar la divulgación de secretos militares. A la vez, la fascinación por los artilugios mecánicos evoca modelos narrativos como los de ciertas novelas de Verne que sin duda se encuentran entre los recuerdos más vivos del autor.

Los editores han recuperado las ilustraciones con que Ricardo Baroja adornó la primera edición de la obra y que constituyen así, con su esquemática sencillez, un valor añadido. Por lo demás, pocas novedades cabe esperar de un relato concebido como mero entretenimiento (y más simple que La nao Capitana y otros escritos del autor), que se desarrolla en el interior de un submarino primitivo, narrado con un ritmo veloz que apenas permite esbozar -aunque con agudo sentido de retratista y de psicólogo- el perfil de algunos personajes, como el teniente, el médico, el comandante del submarino o algún marino de fugaz aparición, junto con diversas escaramuzas y enfrentamientos bélicos en que el submarino persigue a barcos enemigos, huye de ellos o intercambia disparos y torpedos durante su larga travesía por el Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar o el canal de la Mancha. El punto de vista del anónimo narrador, que relata estos hechos sin ver casi nada, encerrado en el submarino y atendiendo sólo a los ruidos y a la crepitación de la nave, se mantiene con habilidad durante toda la novela y contribuye a la sensación de verismo que se pretende dar a la historia de un civil accidentalmente embarcado y recluido en un artefacto ajeno y amenazador.