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Novela

Ilustrado

Miguel Syjuco

5 noviembre, 2010 01:00

Miguel Syjuco

Traducción de Victoria Alonso. Tusquets. Barcelona, 2010. 384 páginas, 20 euros


La cultura filipina, su literatura, resulta una desconocida en nuestro país, a pesar de que compartimos una larga historia y antiguos desencuentros. Esta novela de Miguel Syjuco (Manila, 1976), ganadora del premio Man Asian Literary Prize (2008), y que transcurre en Estados Unidos y en las Islas Filipinas, quizá nos permita tender un puente. Revela una poderosa imaginación, rica en color, humor e ideas, que valiéndose de un inglés innovador -estupendamente traducido al español-, pleno de bellas serpentinas verbales, esculpe con brillantez los plieges del argumento novelesco, la historia del disidente filipino Crispin Salvador. Éste parece morir cuando redactaba una obra mayor, Los puentes en llamas, el testimonio único de las paradojas culturales de su tierra natal. El narrador, un doble de Syjuco, busca ese manuscrito al tiempo que redacta la biografía del exiliado, un moderno ilustrado que piensa que la redención de su patria exige una actitud revolucionaria, arremeter contra el status quo.

La obra presenta las entrañas de aquel mundo asiático sin moralina. Sus miserias, las gentes que viven en la opulencia atendidos por millones de desheredados; de las generaciones mayores sujetas a una corrupta vida social, mientras los jóvenes se degradan en el presente globalizado. Visten el uniforme de la abundacia, las prendas de Ralph Lauren y los Rolex falsos, y pasan las noches abrevando en las discotecas de moda, donde el vodka de marca se suma a la coca, para luego copular injertando el deseo sexual con el narcisismo corporal fomentado por los espejos de gimnasios y salas de pilates.

Hay dos hilos argumentales principales. El uno sigue la vida del narrador, Miguel Syjuco, un joven filipino que vive en Nueva York, matriculado en las clases de literatura impartidas por su compatriota y maestro, Salvador Crispin, en la Universidad de Columbia. La otra línea argumental es la biografía del propio Salvador, el filipino exiliado, que goza de un alto prestigio intelectual, indicado, entre otras cosas, porque el texto incluye fragmentos de una entrevista que le hicieron para la Paris Review, signo inequívoco de la consagración literaria internacional. El rastreo de datos de la vida del maestro, a través de los papeles, las fotografías, los lugares donde vivió, su familia, sus amoríos, de su hija, componen la biografía. El libro perdido que Salvador redactaba, El puente en llamas, constituía el contexto para esa vida, una memoria de las miserias sociales filipinas, una historia de la infamia que quizás merezca las llamas.

Varias líneas argumentales complementan las dos primeras, por ejemplo, numerosas citas de obras de Salvador o escenas costumbristas protagonizadas por filipinos. Además, Syjuco nos ofrece a lo largo de la obra unas sustanciales reflexiones sobre la literatura; no son metacomentarios de adorno, sino que indican cómo debemos interpretar lo que vamos leyendo. Tienen un contenido que, en cierta manera, duplica, subraya, las ideas que sustentan el libro de Salvador. Así reflexiona el narrador sobre su doble, uno de los dos protagonistas: "Hay grandes novelas que no pasaron del segundo capítulo. Y aquellos abstrusos experimentos estilísticos. De lo que se trata es de narrar una historia. Ahí está el truco. Vuelve a lo esencial. Emula Pasaje a la India. Escribe la biografía de Crispin" (pág. 165).

La obra ofrece una historia de sólido contenido social y, a la vez, sumamente entretenida. Hay sabrosos comentarios jocosos, como cuando dice: "sus cejas [a propósito de la poetisa Rita Rajah] observan un trazo tan ralo y primorosamente dibujado como sus versos, y su maquillaje la generosidad de quien otrora estuvo a un paso de ser una gran belleza y aún sigue saboreando el nostálgico anhelo de hallarse tan puñeteramente cerca" (pág. 209). Y los hay profundos, como la observación de Salvador sobre su padre: su habilidad "no consistía en crear algo de la nada", sino "en crear nada de algo" (pág. 257), meter miedo al pueblo, hablando de comunismo, de pérdida de la inversión extranjera, para silenciar los verdaderos problemas sociales. Al final, se despeja una duda que asalta al lector todo el tiempo, de si es Syjuco quien escribe de Salvador, o si éste nos cuenta la vida del joven.