Image: Tan cerca del aire

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Novela

Tan cerca del aire

Gustavo Martín Garzo

12 noviembre, 2010 01:00

Gustavo Martín Garzo. Foto: Christian Maury

Premio Ciudad de Torrevieja. Plaza & Janés, 2010. 304 páginas, 18'90 euros


Después de unos años con frecuencia un tanto erráticos, el premio Ciudad de Torrevieja parece haberse decantado por la calidad literaria eligiendo como ganadora de su novena edición la última novela de Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), autor de larga trayectoria narrativa y reconocido prestigio. Tan cerca del aire nos entrega una historia fantástica con aires de leyenda surgida de ancestrales narraciones populares que han enriquecido la memoria de los seres humanos en todas las culturas. Su argumento desarrolla una triple metamorfosis: primero la de una garza real transformada en misteriosa joven amada por el cartero de un pueblo en la costa, después la del hijo de ambos en su fantástica aventura por el mundo de las garzas reales y, finalmente, su reencarnación en la figura humana del muchacho que había sido en el mismo lugar, en compañía de la joven cuyo amor superó tan enigmática ausencia y tan larga espera.

Resumida con obligada simplificación la historia novelada resulta conmovedora pero increíble por inverosímil. Sin embargo, la maestría de Martín Garzo ha logrado completar un relato cuyo desarrollo bien graduado en la dosificación de informaciones va creando en el texto su verosimilitud literaria, la única que cuenta en su condición de obra de arte. Así, con acendrada sensibilidad en la observación de la naturaleza y en la introspección del corazón humano, el autor ha labrado una novela compuesta en tres partes en las cuales ha distribuido con eficacia múltiples signos que de modo progresivo se van adentrando en el misterio.

Las tres partes vienen diferenciadas por la estructura interna del relato: sus tres primeros capítulos están contados por un narrador externo, en tercera persona, que destaca la soledad del adolescente Jonás, huérfano, a solas con algunas extrañas fotografías de su madre rodeada de garzas y en situaciones de difícil equilibrio. La segunda parte abarca los trece capítulos que van del 4 al 16 y está constituida por el relato de doña Paula, mujer solitaria que había acompañado a los padres de Jonás en sus momentos más complicados; la narración de doña Paula, dirigida y comentada por el narrador omnisciente en breves intervenciones, constituye una larga retrospección temporal en la que se recrea el pasado de los padres de Jonás para que el muchacho pueda comprender su extraña identidad; es la parte de mayor riqueza en la oralidad del relato, pues tiene como destinatario presente y explícito a Jonás, y en ella se incrementan los signos que intensifican el carácter fantástico de la novela, como la omnipresencia del bosque y su laguna, las noches de luna llena y los misteriosos hábitos de la madre en la comida.

Por último, los diez capítulos de la tercera parte, de nuevo contados por el narrador omnisciente, salvo en una carta dejada por doña Paula antes de morir, prolongan el movimiento climático en la suspensión de la intriga con las dos metamorfosis de Jonás, primero en garza como su madre, después en el anterior muchacho ahora envejecido, ya sin necesidad de justificaciones en la naturalización de fantasías, pues el relato ha entrado de lleno en los dominios de lo desconocido en la realidad. Pero sí se mantiene la máxima preocupación del autor en la cuidadosa igualación prosopopéyica de la naturaleza, con seres humanos, animales y mundo vegetal componiendo el marco viviente para estas fantásticas transformaciones. De modo que lo fantástico nace, una vez más, por desplazamiento de un elemento cualquiera (graznidos, etc) desde el nivel que le corresponde en la realidad a otro plano diferente.

Y con ello Martín Garzo ha compuesto una hermosa novela surgida del mundo de los sueños y las narraciones infantiles, llena de vida y amor a la naturaleza, de amores imposibles y muertes nunca entendidas, en la cual lo fantástico aparece armonizado con el aliento poético en la fina captación de la naturaleza, añadiéndose el componente mítico en la medalla con la imagen de Leda y el cisne que tanta fascinación produce en algunos personajes de la novela.