Novela

Amaneceres en Jenin

Susan Abulhawa

8 abril, 2011 02:00

Tradución de Montserrat Roca. La Esfera, 2010. 402 páginas, 22'50 e.


El conflicto armado entre Israel y Palestina es uno de los dramas más complicados y difíciles de aceptar de nuestro tiempo. Desde que en 1948 se creó el Estado de Israel el mundo se ha mantenido en vilo, dividiendo sus simpatías entre uno y otro grupo sin comprender los orígenes de un enfrentamiento agotador y humillante para la raza humana.

Amal -Esperanza en hebreo-, protagonista de Amaneceres en Jenin, nace en 1955 en un campo de refugiados palestinos, a donde su familia llega empujada por las arrolladoras tropas israelíes, y durante esta huida su madre pierde al pequeño Ismael, robado de sus propios brazos por un soldado de la ocupación. En ese entorno amargo nacerá y crecerá Amal, personaje que le sirve a la autora Susan Abulhawa (también nacida refugiada producto de la Guerra de los Seis Días, en 1967) como guía por los tortuosos círculos en esta actualizada versión de la obra de Dante.

Una frase de Solzhenitsin, a la que me aproximo de memoria, dice que: "Con un hombre herido no se debe discutir, a menos que se lleve a la discusión una herida del mismo tamaño y por las mismas causas" y esto se convierte en verdad y debía ser tenido en cuenta por quienes, alineándose con una de las partes, se olvidan de la otra. El horror provocado en y por nuestros semejantes se desvela de una forma descarnada en estas páginas, donde los gritos de dolor penetran nuestros oídos. Dolor que no se limita a miembros amputados por bombas, sino que habla de aquellos a quienes, junto con la tierra, les han amputado sus raíces y continúan con los pies colgando en el vacío y el corazón revuelto en la añoranza. La saga de Amal es una recopilación de la historia de los suyos en la que el amor empuja fuerte para derribar los muros de piedras, de razas, de religiones con los que hemos trampeado nuestro camino aún sabiendo su absoluta inutilidad.

Si un libro pudiera solucionar algo, éste, escrito desde lo más profundo de la esperanza, debería servirnos para terminar de una vez con ésta y todas las cruzadas ignominiosas en las que el hombre se enreda.