Image: Sensación de vértigo

Image: Sensación de vértigo

Novela

Sensación de vértigo

Ángel Rupérez

1 marzo, 2013 01:00

Ángel Rupérez. Foto: Izana

Izana Ed. Madrid, 2013. 451 páginas, 23 euros


Ángel Rupérez (Burgos, 1953) es más conocido por su obra poética propia o como estudioso y antólogo de poemas que como narrador. Este aspecto puede explicar el cuidado con que va desgranándose la prosa de la novela, más atenta al buceo en los sentimientos del personaje narrador que a sus actos externos. La historia de Sensación de vértigo es una trama de hechos estáticos -donde incluso los desplazamientos parecen sucesos imperceptibles-, dominados por las reflexiones continuas de Alejandro, asesor del ministro de Cultura y cuya mente se halla siempre ocupada por acuciantes apetencias sexuales. Aunque casado con Susana y padre de dos niños, Alejandro parece sentirse estimulado cada vez que la presencia o el conocimiento de una mujer estimula su fantasía y le sugiere la posibilidad de tener una aventura extramatrimonial con ella. Los largos monólogos interiores del personaje se detienen minuciosamente en pequeñísimos detalles ("la mente proporciona imágenes y pensamientos sin cesar, incansablemente, es incapaz de estarse quieta", p. 161), calculan las posibilidades o las consecuencias de cada situación, imaginan propuestas, gestos, conversaciones -siempre encaminadas a la seducción rápida o a las tácticas para encubrirla- y, a pesar de su prolijidad y de la frecuente superficialidad de los pensamientos, van componiendo los caracteres psicológicos de un personaje de gran inmadurez, inseguro y lleno de complejos de inferioridad, en contra de lo que las apariencias podrían indicar. Todas las mujeres con las que se relaciona demuestran más inteligencia, más entereza y sensatez que él, que a menudo parece un botarate presuntuoso y que acaba, según era previsible, como burlador burlado (o como regador regado, si se prefiere una fórmula del ámbito cinematográfico).

Este retrato de Alejandro, construido mediante el procedimiento de volver una y otra vez sobre las reflexiones de una mente limitada y rectilínea, con las anotaciones próvidas de un Proust de tierra baja, constituye lo más notable de Sensación de vértigo. Algunas escenas rozan la inverosimilitud, como el encuentro en el probador de los grandes almacenes, y otros aspectos parecen secundarios, como las caricaturas despiadadas de un ministro de Cultura y un secretario de Estado que apenas encubren a personas reconocibles y que, si de algo sirven, es para acrecentar el panorama de la mediocridad mental de los varones que aparecen en la historia.

Por otra parte, debajo de este retrato del frívolo y huero Alejandro late la idea de que la fidelidad amorosa es casi imposible, y de que, incluso cuando en la pareja existe afecto profundo, el deseo de buscar otros horizontes y diferentes experiencias al margen de la vida en común es una constante del ser humano. Naturalmente, toda la historia se nos ofrece desde la perspectiva de Alejandro, distorsionada, pues, por sus ideas peculiares y por lo que cualquier lector consideraría una radical incapacidad de amar. Pero lo que cuenta, en definitiva, no son las ideas del personaje, sino los procedimientos literarios que las plasman, y, en este aspecto, los de Ángel Rupérez son de indudable eficacia y mantendrán la atención del lector, siempre en suspenso ante los posibles desenlaces de cada tentativa de seducción.

He dicho que el autor tiene una prosa muy cuidada (lo que no puede afirmarse de la composición material del libro, lleno de erratas y errores ortotipográficos que son un mal ejemplo, como las separaciones re-ales, dese-aba, habí-amos y otras), con algún desliz («un gesto del que no me recordaba», p. 93), alguna mala elección ("absurdeces", p. 199; "culpabilizar", p. 308) o algún tópico ("me llamó poderosamente la atención", p. 246).