Image: Para Isabel. Un mandala

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Novela

Para Isabel. Un mandala

Antonio Tabucchi

19 diciembre, 2014 01:00

Antonio Tabucchi. Foto: Toni Albir

Traducción de Carlos Gumpert. Anagrama. 156 pp., 14'90 euros

Fin de año literario con interesantes recuperaciones de libros póstumos. A Alabardas de Saramago sigue ahora esta novela del lusófilo Antonio Tabucchi, (Pisa, 1943), fallecido en Lisboa dos años ha. Novelas ambas de ambientación fundamentalmente portuguesa pero de desigual ultimación. Como informan al lector su viuda María José de Lancastre y el editor Carlo Feltrinelli, Para Isabel. Un mandala fue dictada en su integridad por su autor en 1996, pero fue aplazando su publicación, acaso por el convencimiento de que era, en sus propias palabras, "una novela estrambótica, una criatura extraña como un coleóptero desconocido, que ha quedado fosilizado sobre una piedra".

De hecho, en esta escueta e intensa novela podemos encontrar el germen de otras dos obras posteriores del autor, tan diferentes entre sí como Nocturno hindú (1984), premio Médicis llevado al cine por Alain Corneau, y La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997). Con la primera, Isabel comparte el personaje de Xabier, que el protagonista busca en su periplo teosófico por India, Mangalore, Madrás y Goa; con la segunda, la ambientación verista en el Portugal que revisa su pasado dictatorial. En fin, como Tabucchi dejó escrito en otro de sus libros, Autobiografías ajenas, "un libro es un pequeño universo en expansión", y tal proclama se cumple aquí al pie de la letra.

Es natural que los lectores nos dividamos por causa de nuestras predilecciones personales ante propuestas narrativas como esta "novela estrambótica". Habrá quienes entiendan y disfruten de esa dualidad, en perfecta sintonía con lo arriesgado de la propuesta. Otros, inevitablemente, nos dividiremos entre los que prefieren a Isabel más que a la mandala, o al revés. Haciendo honor a esta figura geométrico/simbólica del hinduismo, el texto se articula en nueve capítulos/círculos, de los cuales los cinco primeros suceden en Lisboa y tienen que ver con la historia de la protagonista, Isabel, cuya pista se perdió en el Portugal salazarista en el que había oficiado como musa de la revuelta estudiantil. Los cuatro finales, por otra parte, nos llevan a Macao y, de nuevo en Europa, a los Alpes suizos y a la Riviera, siempre en pos de aquel personaje de suerte incierta, ahora transmutado en Magda.

En cuanto a la extensión en páginas, el primer ciclo ocupa dos tercios. La inflexión viene del momento en que a la búsqueda de noticias sobre Isabel/Magda, el narrador en primera persona, Tadeus Waclaw (pero luego Slowacki) -¿quizá el "escritor polaco" amigo del novio andaluz de Isabel en la Universidad lisboeta?- se traslada a Macao. Hasta entonces había encadenado una magnífica sarta de encuentros con testigos que sabían de las andanzas y desventuras de la muchacha; ahora, conecta con ella, ya transmutada en Magda, a través de un médium sorprendente, un murciélago que habita la Cueva de Camões. Y en su periplo detectivesco, le prestarán después su concurrencia otros interlocutores tan estrambóticos (por usar la palabra del propio Tabucchi) como el poeta conocido como el "Fantasma que camina" o aquel personaje de Nocturno hindú, Xabier, investido de la condición de Lama.

Me quedo con los anteriores, los lisboetas. Las primeras cien páginas de Para Isabel. Un mandala, que me supieron a poco, representan un ejercicio de maestría narrativa difícilmente superable, a base de un encadenamiento de los círculos del mandala que conducen al centro de Isabel. Aparecen encarnados en otros tantos informantes que, en pocas páginas, quedan perfectamente dibujados en sus respectivas especificidades: Mónica, la burguesita compañera de Isabel en el colegio y la Universidad; su tata Brígida Teixeira, "decrépito depósito de memorias"; la saxofonista Tecs, estudiante norteamericana que, animada por Isabel, exhibe su jazz en la tierra del fado; Almeida, o Tío Tom, el carcelero caboverdiano de Caxias, y el señor Tiago, fotógrafo famoso después de haber sido responsable clandestino de la organización política a la que Isabel se había vinculado. Cada uno de ellos va dando al narrador la pista del siguiente, para que continúe sus pesquisas; para que forme los "círculos concéntricos" que le permitan "llegar finalmente al centro (...) para llegar al conocimiento" (página 85). Y con ellos, aparte del mandala, se construye (hasta la irrupción del murciélago ventrílocuo) un espléndido caleidoscopio novelístico.