Espido Freire

Seis años después de publicar La flor del Norte (Planeta, 2011) y de Por vos muero (Ariel, 2015), una suerte de diario en el que que compartía un mes con Teresa de Jesús, Espido Freire (Bilbao, 1974) lanza Llamadme Alejandra. Se trata del pago de una deuda sentimental ncida cuando Espido tenía ocho años y descubrió en una enciclopedia una foto de la útima zarina. Su tristeza y el saber que fue asesinada el mismo día en el que la bilbaína cumple años le fascinó hasta obsesionarla. Que este año se cumpla el centenario de la Revolución rusa explica la oportunidad del relato.

Lo mejor de la novela es su original punto de vista, ya que somos testigos de los antecedentes y del estallido de la Revolución a través de los sentimientos de una mujer que fue, además, una de sus protagonistas y víctimas. Espido Freire traza un retrato inesperado de Alejandra de Hesse, la nieta de la reina Victoria, una mujer de una timidez enfermiza, celosísima de su intimidad, que desdeñaba el lujo y que hubo de afrontar desde su llegada a San Petersburgo el desprecio de la nobleza rusa, empezando por el de su suegra, la zarina María.

La conmoción que supuso la hemofilia del zarevich en una de sus manifestaciones más graves y dolorosas, el papel en sus vidas del monje Grigori, el célebre Rasputín o el peregrinar de los Romanov por su antiguo imperio, tras el triunfo de la revolución, son narradas con pulso narrativo, aunque haya pasajes de cuestionable verosimilitud. ¿Es realista imaginar a la todopoderosa reina Victoria advirtiendo a su nieta, en 1894, sobre los peligros de la prensa del corazón? ¿Podría esa misma nieta de rigidísima educación victoriana explicar a sus cuatro hijas, sin pudor, explícitas escenas de alcoba para después sonrojarse porque su hija Olga pregunta el significado de la palabra merdé? Con todo, prevalece la buena narradora que es Espido Freire. Sus seguidores, que son legión, disfrutarán con esta nueva entrega.