Un amor
Alejandro Palomas
23 febrero, 2018 01:00Alejandro Palomas. Foto: Xavier Torres
Una curiosa familia barcelonesa monopoliza Un amor. Está Amalia, una anciana extravagante, divorciada, con atisbos de demencia senil. Tenemos a sus hijos: Silvia, Emma (pareja de Magalí, policía con el terrible pasado de niña robada por un militar argentino) y Fer, narrador de la historia, que espera la llegada de su novio (imaginario, sabremos al final) Sven. Los singulares personajes y las anécdotas que protagonizan invitan a pensar en un núcleo familiar representativo de una actualidad que ha liquidado convenciones desfasadas. Algo así como una versión catalana de la popular serie televisiva Modern Family, aunque ya se ve desde el comienzo que sin la gracia e ironía incisiva de la comedia americana. Por muy otros derroteros camina Alejandro Palomas (Barcelona, 1967). En estos momentos de cuestionamiento y descrédito de la familia, va contracorriente y da una visión idílica de una sólida unidad, a despecho de contratiempos y desavenencias, que constituye un refugio salvador para los individuos, arracimados en un fuerte clan.Para vender este mensaje, Palomas dispone una situación ocurrente: la celebración en la misma fecha del cumpleaños de Amalia y de la boda de Emma y Magalí. Un inesperado percance tuerce los planes trazados y Fer cuenta las reacciones de la madre y los hijos y las aprovecha para reconstruir el pasado familiar. El pretexto argumental le permite dibujar un retrato amplio, donde ya figura el padre, se añade la relación con una allegada y se adorna con detalles de los animales domésticos.
El peso de la novela cae en Amalia, un personaje pintoresco, nada mal ideado, aunque en exceso efectista. A partir de la madre se va creando la madeja de unas relaciones complicadas entre los miembros del clan. Al aire van saliendo tratos sentimentales, dilemas emocionales, secretos y agujeros negros, la generosidad y el egoísmo, la violencia y la ternura. El relato bascula entre la comedia y la tragedia. Y el autor busca a ratos provocar risa y a ratos conmover por el dolor o la injusticia. Todo ello es el resultado de una incesante apelación a las emociones, sin empacho en caer en el efectismo escabroso o en el ternurismo sensiblero. De este modo, Un amor es un melodrama con los componentes característicos de este género y al que le convienen un par de acepciones académicas de dicho término: obra en la que se acentúan los aspectos patéticos y sentimentales y narración en que abundan las emociones lacrimosas.
Alejandro Palomas utiliza un repertorio de recursos para apresar en las redes de su relato sentimental a los lectores. Hace de Amalia la caricatura de una tonta/lista, y abusa del juego de los equívocos lingüísticos en que incurre. Con un propósito identificador, mete menudencias de las dificultades que la gente mayor tiene con los iPhone. Lleva al extremo la necesidad de Amalia de velar por la felicidad de los hijos y la tolerancia de estos con las impertinencias de la mujer. De ello sale una historia entretenida, pero no alcanzo a percibir qué méritos literarios o de otra clase guarde Un amor para merecer un galardón como el Nadal. Seguramente tendrá éxito comercial una obra sensiblera y folletinesca de fácil lectura, una novela trivial para pasar el rato.