'Eurotrash', la novela satírica que desenmascara a los nazis que jamás se arrepintieron
El irreverente escritor Christian Kracht denuncia cómo muchos afiliados al partido se integraron en la sociedad y tuvieron un retiro dorado.
12 mayo, 2024 02:53Si un eurotrash es, técnicamente, un tipo de juego de mesa que mezcla varios mundos y donde la trama desempeña un gran papel, el Eurotrash del autor suizo-alemán Christian Kracht (Saanen, 1966) propone todo un juego de desvelamientos de verdades incómodas.
Kracht, escritor y periodista con fama de rebelde e irreverente, muy reconocido y traducido desde su Faserland de 1995, escribe aquí una peculiar road movie donde su alter ego protagonista recoge a su millonaria, alcoholizada y desequilibrada madre en su lujoso chalet de Zúrich para improvisar un curioso viaje en taxi en el que pretenden regalar buena parte de su fortuna a los desconocidos que vayan encontrando.
El dinero procede sobre todo de inversiones armamentísticas, y está manchado por un pasado familiar nacionalsocialista. El padre de ella, abuelo del narrador, fue un convencido oficial de las SS (Untersturmführer). Como muchos de sus colegas de generación no mostró jamás una brizna de arrepentimiento y tuvieron un retiro dorado.
Por su parte, el padre del narrador trató de ocultar su humildad de origen prosperando en los años de posguerra y volviéndose (al amparo del célebre editor Axel Springer) un nuevo rico cuyas muchas mansiones europeas atesoraban toda clase de objetos de lujo y cuadros valiosos (Brueghel, Munch, Nolde, Kirchner…).
Un aire de gran sátira bernhardiana impregna todo el texto, pero si en el caso de T. Bernhard los dardos iban dirigidos a la Iglesia, al Estado y a la falsedad de Viena o Salzburgo, aquí son Zúrich, Basilea, Ginebra o Berna —y sus ciudadanos, arrogantes e hipócritas— el objeto de la caricatura. Ambos autores coinciden en el desenmascaramiento del pasado nazi de la generación anterior, que supo adaptarse, sobrevivir y prosperar sin vergüenza o sentimiento de culpa.
Madre e hijo se ponen en marcha en su absurdo proyecto de un último viaje donde el deshacerse del dinero (“oro muerto”) simbolizará tal vez reparar en parte el pasado o descargar la conciencia. Kracht proporciona nombres y apellidos de personajes públicos, de víctimas y de verdugos, y denuncia cómo se integraron muchos nazis en la vida cotidiana, reciclados por ejemplo en medios de comunicación como el Der Spiegel de Rudolf Augstein, o, rizando el rizo, en importantes puestos y con honores en la RDA.
El viaje del protagonista y su madre es también su combate dialéctico, la escena continuada de los reproches y la necesidad de explicaciones. Aunque hay también compasión por esa octogenaria excéntrica y enferma: “¿Qué habría visto mi madre, de niña, en los últimos años de la guerra […] con sus propios ojos, en la demencial barbarie de su infancia?”.
Kracht propone en esta novela, una road movie, todo un juego de desvelamientos de verdades incómodas
Mucha importancia cobra el poder tranquilizador de las ficciones, las historias que el hijo le va contando mientras se desplazan de un lado a otro. Kracht es también un maestro del humor y la ironía, y la caótica peripecia está repleta de situaciones e imposibilidades cómicas, entre otras cosas porque los sucesivos posibles receptores de la sustanciosa donación también pueden revelarse como inapropiados.
Muy interesantes también los sucesos reales que se intercalan en la narración, se trate de periodistas, de políticos de la República Federal, o del caso impune del asesinato del joven Dirk Hamer, fallecido en 1978 por un disparo de Vittorio Emanuele de Saboya mientras dormía en un yate en Córcega. Algunas de las preguntas del narrador apelan éticamente a toda una generación: “¿Cómo había sido estar casada con mi padre? ¿Cómo había sido vivir con el suyo? El carnet de las SS y las insignias de oro del Partido y aquel gran silencio de décadas, de siglos, recalcitrante, enquistado y reconcomido?”