Poesía

Una carta en invierno

Vasco Graça Moura

19 abril, 2000 02:00

Traducción de Jesús Munárriz. Hiperión. Madrid, 2000. 179 páginas, 1.300 pesetas

Hay poetas más extensos que intensos. El portugués Vasco Graça Moura, nacido en 1942, puede ser considerado como uno de los ejemplos más característicos. Desde 1963, ha publicado una treintena de libros propios y traducido, entre otros, a Shakespeare, Enzensberger, Gottfried Benn, Rilke, Dante, Villon, Lorca, Heaney. En sus versos hay historia, viajes, lecturas, divagaciones y buenas intenciones. Así comienza el primero de los "otros poemas" que completan esta edición de Una carta de invierno: "Una vez en Benim, el ministro/ de cultura, que parecía envuelto en un faldón,/ en una túnica de colores, o algo así,/ me dijo que las serpientes, en verdad,/ eran animales sagrados. Justamente íbamos/ a pasar junto a una gran jaula/ de red y las serpientes estaban dentro/ y a nuestro alrededor las mujeres parecían de/ bronce fundido, como es clásico y dorado/ en el pasado de aquellas partes de áfrica". El poema sigue, a lo largo de bastantes versos más, contándonos que el ministro de cultura cogió una de las serpientes y se la puso en los brazos al poeta, quien aguantó bien "y no pasó por cobarde ni perdió la calma"; todo ello desmayadamente narrado y sin intensidad ninguna; diez líneas de concisa prosa habrían resultado, sin duda, más poéticas.

El poema que da título al conjunto, "Una carta en invierno", es un extenso poema, cerca de seiscientos versos, dividido en diez partes. El propio autor, en la nota introductoria, lo ha definido como "una larga meditación sobre la solidez individual de alguien que se autoenuncia como un producto de Europa y que no pretende descartar ninguna de las grandezas y miserias, ninguno de los problemas más profundos que la han caracterizado, asumiendo aquéllas y éstos como tema de una reflexión en la que desembocan las más variadas reminiscencias: situaciones históricas, voces de la periferia europea, marcos del proceso de creación cultural de nuestro continente, interrogaciones y angustias, rumbos y desorientaciones, voces con garra y voces desgarradas".

En Una carta en invierno se divaga acerca de la caída de Constantinopla, un cuadro de Piero de la Francesca, don Enrique el Navegante, el concilio de Ferrara-Florencia, y se parafrasean versos de Camoens y Fernando Pessoa, de Cesário Verde y William Wordsworth, de García Lorca y Gunnar Ekelüf (todas estas referencias se nos aclaran en las notas finales), "hasta desembocar en lo que se pretendería un híbrido problematizante de autor textual y autor empírico", según nos explica el propio Graça Moura. No parece, sin embargo, que todos esos ingredientes, y la intención política con que se tratan de aliñar, cuajen en un producto válido por sí mismo.

Mayor interés presentan algunos de los "otros poemas", especialmente los sonetos en los que el poeta parece contener mejor su tendencia a la divagación. Es el caso de los titulados "Homenaje a Homero" o "Medusa". Hay también adecuados toques de ironía y gráciles aproximaciones a la poesía popular, como ese "Romance del paseo alegre" que bordea el tópico ("mientras se posan gaviotas/ sobre barcazas oscuras"), sin incurrir del todo en él. A la correcta traducción sólo se le podrían poner dos leves reparos: el que a veces, para conservar la rima, no desdeña el ripio ni el arcaísmo (traduce "flava" por "blava"), mientras que en otras ocasiones parece solventar una dificultad dejando el término directamente en portugués.

Desafortunada resulta también la nota previa, "que empieza por ser del traductor y acaba siendo del autor", según se nos aclara entre paréntesis. De las palabras del primero se deduce que la traducción obedece un poco a la casualidad; el texto del segundo es más de un político amante de manidos tópicos europeístas (actualmente es miembro del Parlamento Europeo) que de un poeta: "Si ser europeo, culturalmente, no puede dejar de despertar en nosotros el sentido de lo trágico por encima o por debajo de ciertas euforias, ser europeo, políticamente, no puede dejar tampoco de agudizar en nosotros el sentido de lo posible".

Poeta extenso, más que intenso, Graça Moura, al que sólo salva una muy rigurosa antología. No parece que éste sea el caso.