Poema y enigma
José M. Cuesta Abad
13 septiembre, 2000 02:00El enigma, concebido aristotélicamente como una sinapsis de lo imposible, se apoya en una visión estructural de lo poético y de su realización, que es la metáfora. Cuesta Abad propone nada menos que una "Hermenéutica de la oscuridad", en la que estudia las relaciones entre lo enigmático y lo alegórico a partir del libro XV del De Trinitate de San Agustín. Sigue con una definición de Ménestrier y desemboca en la moderna crisis conceptual que lleva a sus extremos el Barroco: "para la Retórica figural de lo barroco la imaginación poética representa una metáfora o alegoría del concepto de Imaginación", que antecede y preludia lo romántico tanto como remite y mira hacia lo medieval, y anuncia "las orquestaciones espaciales del lenguaje poético moderno". La configuración laberíntica de la forma -que ejemplifica Góngora- y la poética de la referencia reflexiva -que encarnan Mallarmé, Eliot y Pound- se ven aquí como recreaciones y sucesiones tanto de un "yo efundido" como de una confusión: la de metafísica y metáfora que tematizará Gracián. La "figura absoluta" y las comparativas, estudiadas por Hegel, constituyen el siguiente paso: "la realización originaria del sentido poético del lenguaje", y la angustia producida porque "lo expresado del sentido no existe fuera de su expresión". En este punto Hegel es el antecedente directo tanto de Deleuze como de Guillaume. Heidegger y su reflexión sobre la sentencia de Anaximandro conducen a un pensar, entendido como poetización del enigma del ser, que implica una visión del poema "como espacio donde acontece la verdad".
La "poesía hermética" y la "poesía pura" son vistas aquí como "denominaciones ya tópicas que pretenden describir lo que se interpreta como una transformación histórica radical" y como prueba de que "la incomprensibilidad conceptual" es "el carácter propio de" la "naturaleza poética". Los místicos lo dijeron antes y también mejor; Cuesta lo reformula y lo retorna. La crisis de la interpretación conforma uno de los capítulos más inteligentes de este libro, que es un ejemplo de filología con temperatura filosófica y de teoría literaria basada en una segura erudición. Si Adorno y De Mann son sus guías, Gadamer le añade una concepción óntica del lenguaje. La segunda parte son tentativas hermenéuticas sobre textos de Baudelaire, Mallarmé, Borges, Celan, Zambrano y Valente. Cuesta ha escrito un libro de los que entre nosotros hay muy pocos y que inaugura un nuevo modo de leer y propone un nuevo modo de pensar: lo poético deja de ser aquí ese espectáculo superficial y calamitoso, que define la soberbia ignorancia de la última década, y se convierte en reflexión profunda sobre lo que la verdadera poesía siempre fue. Poesía y enigma es, por ello, un libro necesario.