Image: Teoría y poetas

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Poesía

Teoría y poetas

Luis Antonio de Villena

4 octubre, 2000 02:00

Pre-Textos. Valencia, 2000. 213 páginas, 2.200 pesetas

Villena ejerce la crítica con las ventajas que se derivan de hacerlo desde el mundo literario. Y con la servidumbre que es arar el mar de la actualidad

Largo e interminable, y posiblemente absurdo, es el debate acerca de la relación que debe mantener el crítico con la literatura actual y viva para que pueda afrontar con las mejores garantías su misión, que es darnos de ella la información y la valoración más completa y ecuánime. Hay quienes opinan que debe estar completamente al margen, de tal modo que nunca se sienta personalmente implicado, ya que así saldrá beneficiada su objetividad.

Otros, al contrario, observan que sólo desde el interior se puede tener información amplia sobre un acontecer que se renueva cada día, discurre a menudo por cauces semisecretos y se manifiesta en buena parte como transmisión oral en círculos y cenáculos cerrados. A decir verdad, para quien no forme parte de la sociedad literaria como escritor en activo el intento de seguir el pulso de la novedad tiene que resultar, si no imposible, sí enormemente fatigoso, descorazonador y confuso, mientras que quien acude a la batalla diaria tiene el trabajo prácticamente hecho. Y lo hará bien, y sin falsear el paisaje, mientras tenga la honestidad y la inteligencia de mantener a raya sus preferencias personales, y la altura moral e intelectual que permite distinguir la calidad en lo diverso y lo contradictorio. Luis Antonio de Villena, que yo sepa, ejerce la crítica con esos ineludibles requisitos, y con las ventajas que se derivan de hacerlo desde dentro del mundo literario. Y desde luego con la enorme servidumbre que es arar el mar de la actualidad e intentar descubrir en ella directrices, líneas de fuerza, estructuras aptas para ser definidas, entre las evoluciones y los cambios que hoy anulan u obligan a reformular lo que ayer parecía obvio y definitivo.

Este libro -de ahí su título- tiene dos partes. La primera la forman ensayos y prólogos que se refieren a la sucesión y al enfrentamiento de tendencias en la poesía española de los últimos treinta y cinco años. El punto de partida inevitable es la antología que José María Castellet publicó en 1970. Señala acertadamente Villena la oportunidad y la necesidad del relevo estético que proclamó, y la hostilidad que produjo entre aquellos poetas del 50 que sintieron su poética amenazada, y entre los candidatos que fueron excluidos, pues en efecto su nómina sólo en parte coincidía -como pocos años después se hizo evidente- con la de la llamada "generación del 70", a la que en un primer momento hubo de representar. También es cierto que la unidad de los "novísimos" fue efímera y pronto evolucionaron en distintas direcciones, al mismo tiempo que la incorporación de nuevos nombres perfilaba la totalidad de la oferta generacional: culturalismo, metapoesía, subversión moral de herencia superrealista, neobarroquismo, neorromanticismo, poesía metafísica, neopurista y visual, minimalismo y "poesía del silencio". El inevitable retroceso pendular trajo, a su debido tiempo, la nueva ruptura de la "generación del 80", y su entronque con el 50 (especialmente Brines y ángel González), la recuperación de Juan Luis Panero y los rótulos de "nueva sentimentalidad", "poesía de la experiencia" y "figurativa". Realismo, lenguaje coloquial, tono narrativo y anecdótico, temas existenciales y urbanos han sido las señas de identidad de un relevo que -nos dice Villena- pretendía ponerse bajo la advocación de un crítico, Robert Langbaum, a quien nadie había leído, sin más justificación que las referencias de Gil de Biedma, un poeta de la experiencia, pero con más experiencia de la poesía que la mayor parte de sus coadjutores. Observa Villena que la poética del "monólogo ante un vaso de whisky" corría el riesgo de autodestruirse rápidamente en la reiteración, por lo cual se ha impuesto, como evolución lógica, la orientación de los mejores hacia la reflexión moral, sin que hayan dejado de aparecer brotes de "realismo sucio" y de neorrealismo social. Otras cuestiones se tratan más a la ligera: la entidad de esa corriente que se conoce por "poesía de la diferencia", y la actitud de la última hornada de jóvenes, que tendrá que tomar partido explícitamente dentro de poco.

La segunda parte de Teoría y poetas reúne reseñas escritas, en su mayoría, en la última década. Una es especialmente destacable: "La utilidad de la Literatura". Le pone justos reparos a las declaraciones de alguien que afirma querer popularizar la poesía llevándola al terreno de las personas "normales". Esas personas -con todo respeto hacia ellas- son un referente cultural peligroso. En su incultura son las víctimas de una organización social que, en la práctica, les restringe el acceso a la educación y hace de ellas fanáticos del deporte y de los toros, y adictos a la televisión basura. Las encuestas nos han revelado que una de cada dos personas normales no lee un solo libro en toda su vida, y que sus hijos creen que España limita con el Océano ártico. Halagarlas es hacerles un flaco servicio: la demagogia de adoptar su mentalidad y su lenguaje no puede tener más propósito que sacarles los cuartos, venderles una poesía a la medida de quien no concibe más pensamiento que el monólogo ante un vaso de whisky.