Poesía

Poemas japoneses a la muerte

Varios autores

22 noviembre, 2000 01:00

Ed. de Yoel Hoffmann. Trad. de Eduardo Moga. DVD. Barcelona, 2000. 311 páginas, 2.500 pesetas

Al venir todo está claro, no hay duda
al ir todo está claro, sin duda
¿qué es, pues, todo?

HOSSHIN

He aquí un libro extraordinariamente curioso y en cierto modo de difícil ubicación. ¿Es un ensayo o una antología de poemas? Participa de ambas cosas, pero como ensayo plantea cuestiones, no las resuelve. Y como antología poética no se atiene sólo a la calidad -como haría un antólogo- sino, además, a la relevancia o pertinencia del texto respecto al tema, como haría un estudioso, a quien -ocasionalmente- el testimonio puede importar más que la excelencia.

Como sea, éste es un libro de enorme interés, cuidadosamente traducido del inglés original por E. Moga, asesorado por un profesor japonés a la hora de traducir tankas o haikus que Hoffmann traduce del original japonés, y que se transcriben, fonéticamente, junto a la traducción. Si el lector nota (e inevitablemente lo notará) reiteración en los temas y en el mundo que presencia, ello se debe a que está ante un ensayo cuyo cimiento es la poesía, pero cuyo tema es la muerte. El omnímodo concepto de muerte entre los japoneses y su viejísima costumbre de escribir un poema (despedida, iluminación o ironía) a la hora de morir o cuando sienten que la muerte puede llegarles o cuando la eligen. Un profesor japonés -nos dice Yoel Hoffmann- ha definido la cultura nipona como "una cultura de la muerte". Y a dilucidar las formas de esa cultura y las formas poéticas esenciales del Japón y la importantísima influencia que tuvo en toda su animología la cultura y la poesía chinas (el chino fue, en algún momento, la lengua culta de Japón) es a lo que dedica la primera parte de su libro -la propiamente ensayística- el profesor Hoffmann. La muerte que sentían venir, despreocupados, los monjes budistas practicantes del zen. O los suicidios de los samurais o de los amantes, dentro de unos códigos rigurosos que aún usaron los kamikazes en la Segunda Guerra Mundial. Mientras que los suicidios de amantes, en su poderosa unión amor/muerte, se acercan (en otro orbe cultural) al romanticismo del "amor cortés", estilo Tristán e Iseo... Lo más singular, con todo, resulta esa necesidad de familiarizarse con la muerte, ese apasionante vivir con la muerte, que atraviesa todo cultura nipona, con la influencia del budismo y su idea de vacío y vacuidad ante lo real.
La segunda parte del libro -donde empieza la antología y las explicaciones del autor alrededor de cada poema- contiene los Poemas a la muerte de los monjes zen. Estos poemas (algunos escritos originariamente en chino) son, en general, los menos valiosos como poesía, aunque presenten ese acerado sinsentido que, a la postre, constituye la iluminación y la práctica del zen, tan habitualmente opuesto a cualquier teoría... La última parte -antes de un índice de términos poéticos- resulta la más atractiva para el lector de poesía: Poemas a la muerte escritos por poetas de haiku.

Como he dicho ya, el hecho de que todos los poemas tengan un origen común -el sentimiento del fin y su aceptación- crea un factor de monotonía que los poetas mejores (Basho, Buson, Issa o Ryota, pero hay muchísimos más, frecuentemente desconocidos para un lector occidental) saben saltarse con un guiño inesperado o una melancolía más dulce. El haiku (afirma Hoffmann) pretende "decir algo sin decirlo" -por ello es un vehículo perfecto para el zen- y así lo logra, por ejemplo, el poema a la muerte escrito por Basho, cuatro días antes de morir, en 1694, con 51 años: "De viaje, enfermo:/mi sueño vaga/ por los eriales". La muerte asimilada a la vida. El poema y el ensayo (o los materiales para un ensayo) frente a frente.