Poesía

Hexateuco

Álvaro Tato

7 febrero, 2001 01:00

Premio Comunidad de Madrid. Visor, 2000. 87 págs, 800 ptas. Libro de uroboros. Premio A. Carvajal. Hiperión, 2000. 76 págs, 900 ptas.

Hexateuco y Libro de uroboros son dos obras que, al lector común de poesía, al que le interesa sólo la poesía y no descubrir nuevos nombres, quizá le interesen poco: van dirigidos más bien a los cazadores de talentos. álvaro Tato lo tiene

Eugenio d’Ors, que tendía a convertir en aforismo todo lo que tocaba, escribió en una de sus glosas: "Boca de poeta, no dice palabra que no sea, bien de tradición, bien de revelación, según el tal actúa de artista o de vate. Boca de poeta, cuando no repite rito de repertorio, es porque traduce un estado de sensibilidad ambiente que, en lo profundo, habla y se manifiesta por él".
Más de artista que de vate tiene álvaro Tato (Madrid, 1978) en estos sus dos primeros y precoces libros. De artista, o mejor, de aplicado artífice. Hexateuco toma como pretexto la Biblia para ofrecernos una serie de personales variaciones sobre temas y figuras ya muy tratadas por la tradición literaria de todos los tiempos. Comienza con "Jardín de nuevo", una reescritura de El cantar de los cantares; sigue con una serie de retratos de mujeres bíblicas. De la Biblia toma álvaro Tato el asunto de sus poemas (a veces, como ocurre con las series de salmos, sólo el título), pero muy a menudo la relación se limita a eso: no hay similitud estilística ni un especial intento de asumir y recrear una tradición.
Los salmos de Tato, ya hemos aludido a ellos, son series de poemas breves que frecuentemente tienen menos relación con los salmos bíblicos que con la tradición del haiku. "El caminante/ roza su pecho desnudo/ con la belleza".
En una de las series del libro, la titulada "Higos", el autor juega a entrecruzar las referencias bíblicas con la herencia vanguardista: el poema "Un mudo" no consta más que del título; "Dos mil espíritus" termina con una frase ("el mar al fondo del acantilado") escrita verticalmente, en un intento de tipografía expresiva del que han usado y abusado los ultraístas, los poetas concretos y todos los adolescentes; más original resulta "Un letroso", un poema que va perdiendo letras hasta volverse irreconocible, como el rostro del leproso.
Libro de uroboros, el siguiente libro de álvaro Tato, es igualmente un cuaderno de ejercicios, una deliberada muestra de lecturas, ironía y virtuosismo. El título procede del borgiano Libro de los seres imaginarios y alude al símbolo de la infinitud: la serpiente que se muerde la cola. A la monocorde referencia bíbilica del título anterior, le sustituyen ahora muy varias tradiciones, del clasicismo al cómic. El "Epilio de hibris en Faetón el Resplandeciente" constituye un sorprendente pastiche, en octavas reales, del culteranismo gongorino. La mezcla de registros lingöísticos provoca a menudo una sonrisa en el lector: "Cegado ante confusa maravilla/ avanza Faetón, llama primero./ Al roce sale un sol por la mirilla./ Recíbeme, papá, que sólo quiero/ oír una verdad y de ti oílla,/ locuar con quien no locuo desde puero./ Eclipsan al Brillante las trompetas,/ le abre Febo Apolo Musageta".
No escasean los versos como "locuar con quien no locuo desde puero", con su humor macarrónico: "tenderse a palatar loco amoeno", "el amigo perenne le dimica"... Hábil y bienhumorada mímesis que va perdiendo la gracia en cuanto el lector descubre el truco compositivo. No menor habilidad hay en otras piezas del libro: "Semblanza flamenca de Curro el Chato", con sus diversas partes "por fandangos", "por seguiriyas", "por soleá" o "El lago de los cisnes" que nos cuenta la historia de Sigfrido en cuatro partes, dos de ellas escritas en romances a medias tradicionales y a medias lorquianos, y las otras dos en tercetos encadenados y en sonetos.
Pero nada cansa tanto como el ingenioso retoricismo si no se le adivina una intención. El lector agradece por eso un poema como "Rueda del viajero" que no parece un voluntarioso ejercicio de taller, aunque quizá también lo sea. Y le aburren gracias como el "batsoneto" titulado "Robin" o "Microepopeya", cuyas ocho partes, separadas por números romanos, dicen así: "Zarpó. Le despidieron. Mató a un monstruo marino. Llegó al país del mago. Resolvió tres enigmas. Mató al mago. Volvió. Casó con bella".
Hexateuco y Libro de uroboros son dos obras que, al lector común de poesía, al que le interesa sólo la poesía y no descubrir nuevos nombres incipientes (ese obsesivo deporte de ciertos críticos y jurados), quizá le interesen poco: van dirigidos más bien a los cazadores de talentos. álvaro Tato lo tiene. Ha superado con brillantez las pruebas para ingresar en la Academia de la Poesía. Sus exámenes se han hecho públicos en colecciones de prestigio. Todos pueden apreciar que no ha habido recomendación.
A partir de ahora viene lo más difícil: escribir poemas, buenos poemas, sin tratar de demostrar nada.