Image: Arte poética

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Poesía

Arte poética

Jorge Luis Borges

28 marzo, 2001 02:00

Traducción de Justo Navarro. Prólogo de Pere Gimferrer. Notas y epílogo de Colin-Andrei Mihailescu. Crítica, 2001. 181 págs, 2.300 ptas

El Borges conferenciante fue otra máscara más. Estos textos pueden resultar fundamentales para los adictos al fenómeno literario.

En el otoño de 1967 Jorge Luis Borges contaba ya 68 años, estaba casi completamente ciego (podía divisar tan sólo bultos y el color amarillo -el de los tigres-) y había sido ya reconocido, desde los años 60, en Francia y en los Estados Unidos. La Universidad de Harvard le invitó a pronunciar una serie de conferencias en la cátedra Charles Eliot Norton. Jorge Guillén había dictado en la misma institución en el curso 1957-58 las que se publicarían en 1961 con el título de Language and Poetry, en 1961, y, en castellano, en la editorial Revista de Occidente, en 1962. Las de Borges reposaron en los archivos durante 33 años hasta su publicación, en inglés, lengua en la que fueron dictadas y hoy ven la luz, traducidas por Justo Navarro. La primera se pronunció el 24 de octubre de 1967 y la última, el 10 de abril de 1968. Borges no las escribió. Tampoco habría podido leerlas, pero, dada su fantástica memoria, fue capaz de pronunciarlas sin el apoyo de un solo papel.

Sus orígenes familiares le habían formado para poder expresarse en un inglés que, según el editor de las mismas, era "fluido, musical". Por otra parte, muchos de los ejemplos literarios elegidos proceden de la literatura inglesa o norteamericana, que tomó como modelo. En la Universidad de Buenos Aires había dado clases de literaturas antiguas anglogermanas. Aparecen, asimismo, los clásicos, las referencias a Las mil y una noches, a algunos románticos o expresionistas, a San Juan de la Cruz, al Quijote y a unos pocos creadores latinoamericanos. Tampoco podía faltar el homenaje a Cansinos-Assens, así como a su propio padre o a Macedonio Fernández.
Pese a la eficiente labor del traductor habrá que tomar en consideración, según anota el editor, que "la sintaxis de Borges sólo ha sido alterada cuando lo exigía la gramaticalidad y legibilidad de la prosa; asimismo, se ha corregido algún error en sus citas". Ni siquiera, pues, el original inglés responde a una literalidad que debe corregirse al pasar de lo oral a lo escrito. Pere Gimferrer titula su breve y entusiasta introducción "Borges sin máscara", pero creo el Borges conferenciante fue otra máscara más de las mútliples que utilizó. Desde su correspondencia juvenil son perceptibles los desdoblamientos del personaje. Por otra parte, habrá que recordar que en su juventud una timidez enfermiza le impedía situarse ante el público y sus primeras conferencias fueron leídas por algún escritor amigo. Estos textos pueden resultar fundamentales para los adictos o para quienes se interesen, en profundidad, por el fenómeno literario, aunque en ellos se adviertan unas contadas reiteraciones. En el último de estos textos, titulado "Credo de poeta", repasa sus principales lecturas. Sus oyentes le habían solicitado, además, como colofón, un poema y les ofreció el que lleva como título el de la conferencia misma, donde sugiere la figura de Spinoza "soñando un claro laberinto". Así nos lo demostrará en las seis conferencias que tratan del enigma de la poesía, de la metáfora, del arte de contar historias, de la música de las palabras y de la traducción, de pensamiento y poesía, con el credo final que viene a clausurarlas. No son tanto un arte poética como la formulación, en ocasiones, muy técnica, del arte de componer en verso o prosa. Se trata, pues, a base de multitud de ejemplos y del sentido del humor que le caracterizó, gracias al dominio de varias lenguas antiguas y modernas, de desplazarse en el espacio y en el tiempo, desde las sagas islandesas hasta Chesterton o Joyce. El recurso a la confesión debe entenderse como "otra" de sus máscaras. El tema que desa-rrolla en estas líneas aparecerá en sus poemas: "Aunque no sé si he sido un hombre especialmente feliz (¡tengo la esperanza de que seré feliz a la avanzada edad de 67 años!), sigo pensando que estamos rodeados de belleza". Sin embargo, Borges actúa en otras ocasiones como docto filólogo. Historia la palabra y hasta su etimología para extraer consecuencias. Quizá a algunos lectores pueda parecerles exageradamente técnica la lección que ofrece sobre la metáfora. Sin embargo, resulta fundamental en sus comienzos literarios y como sistema para entender su pensamiento filosófico. Y algo parecido cabría decir sobre la musicalidad de las palabras. Sus ideas sobre la Ilíada o la Odisea, en la que sentimos "el encanto del mar", constituyen el camino para distinguir entre épica y novela.

Pese a lo discutible de la aseveración, abre perspectivas y fundamenta sus convicciones. Hemos entrado en el laboratorio donde se gestan sus planteamientos, siempre librescos. Sus ideas sobre la traducción no son menos sugestivas. En cuanto a la modernidad, concluye "Porque somos modernos, no tenemos que afanarnos en ser modernos". Los textos de este nuevo Borges nos lleva a la extraordinaria relevancia de cualquiera de sus páginas aunque pudieran entenderse como marginales. Y éstas no lo son. Borges conocía la repercusión de las conferencias de Harvard.