Image: Contemporáneos. Poesía mexicana

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Poesía

Contemporáneos. Poesía mexicana

Xavier Villaurrutia, gilberto Owen, José Gorostiza, Salvador Novo y Jorge Cuesta

4 abril, 2001 02:00

Edición de Blanca Estela Domínguez. Presentación de Iris Zavala. DVD. Barcelona, 2001. 556 páginas, 3.400 pesetas

Paz rescató a los Contemporáneos, pero, en parte, los eclipsó. Sin ellos, sin embargo, el desarrollo de la poesía mexicana no hubiera sido como fue

En ocasiones se ha pretendido comparar el grupo "Contemporáneos" con la generación española de los años veinte. Coinciden las fechas de publicación de algunas de sus obras y, en algún caso, cierto popularismo compartido o determinada admiración hacia Valéry o Juan Ramón Jiménez no son rasgos suficientes para dar por válido tal paralelismo. Por otra parte, la poesía mexicana tiene en "Contemporáneos" reacciones ambiguas, problemas no sólo de orden estético, que todavía perduran y que hoy les relegan a algunos al silencio. Octavio Paz se ocupó en diversas oportunidades de su significación en el ámbito de la poesía mexicana y, en especial de algunos de ellos. Véase, por ejemplo, el volumen IV de su Obra completa (Generaciones y semblanzas) [Círculo de Lectores, 1991]. Lo realizó desde su habitual clarividencia y generosidad. No en vano, Paz y sus coetáneos deben mucho a este grupo heterogéneo de poetas y artistas que toman el nombre de una revista. Hoy puede consultarse también su edición facsímil. La portada de su primer número, fechado en junio de 1928, combina la vocación de modernidad con máscaras indígenas en las que se acentúa lo nacional.

Su tragedia intelectual consistió en pretender mantenerse apolíticos, colaborando de forma más o menos sutil e indirecta con el poder. Desengañados de la Revolución, que vivieron en su infancia, y de quienes la protagonizaron y se corrompieron, practicaron el escepticismo. Buena parte de sus integrantes disponen hoy ya de ediciones de sus obras completas, de una bibliografía crítica abrumadora, nacional y extranjera, naturalmente no española. Luis Maristany, fallecido durante el Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana de Barcelona de 1992 -que tuve la misión de organizar y dirigir-, publicó algo sobre "Contemporáneos" y andaba a vueltas con dedicarles un más amplio estudio. Sus observaciones resultarían aquí y ahora más oportunas.
El crítico mexicano Adolfo Castañón escribía con ironía en un libro publicado en 1993 "¡Qué mala suerte la de los Contemporáneos! Su política de espíritu ahora puede transformarse fácilmente en erudición, copia, peso muerto, y profesor. Comtempoetas. Los que no se volvieron locos se volvieron funcionarios [...] -con tal de no quemarse de nuevo lengua y manos en las fraguas de la cocina creadora". Más adelante matizará estas palabras hirientes que han ido acompañando, no siempre con justicia, las reflexiones sobre las obras de Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Gilberto Owen, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Rodolfo Usigli, todos ellos calificados por Castañón como la primera "generación de poetas inteligentes". No es poco. También conviene advertir sobre la disparidad de sus obras, sobre el hecho de que algunos de estos poetas "inteligentes" consiguieron ofrecernos textos fundamentales de la poesía en la lengua castellana del siglo XX. Su desconocimiento en el ámbito español es considerable, pero no sorprendente. Algunos de ellos despotricaron contra los exiliados españoles (especialmente contra Bergamín), aunque muchos habían bebido en Revista de Occidente e, incluso, en Cruz y Raya. Acusados de "cosmopolitas", Paz los define como "fervientes patriotas". Tablada, López Velarde y Alfonso Reyes habían preparado ya el camino de la modernidad mexicana. Paz rescató a los Contemporáneos, pero, en parte, los eclipsó. Sin ellos, sin embargo, el desarrollo de la poesía mexicana no hubiera sido como fue. A ellos se debió la común reflexión sobre uno de los temas fundamentales de la poesía y de la filosofía de siempre: la muerte y, a la vez, preocupación metafísica en los años del existencialismo. Luego vino Juan Rulfo.

La antología que ha seleccionado Blanca Estela Domínguez Sosa ha elegido, en este volumen, la obra de Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, José Gorostiza, Salvador Novo y Jorge Cuesta. Las razones para dejar a otros en el camino resultan más o menos justificables. La antóloga, que ofrece, por otra parte, la obra completa de los seleccionados, entiende que existen "en ellos afinidades muy evidentes a nivel temático y estético". El lector deberá descubrirlas, ya que no se explicitan en el prólogo. Tal vez, como casi todos los antólogos que se precien, ha elegido según su personal gusto: razón suficiente e incontestable. En una sucinta introducción plantea los orígenes de la poesía mexicana moderna, desde el Modernismo hasta los Contemporáneos y los sitúa en el México postrevolucionario. Ofrece, además, una "ficha" de cada uno de los elegidos, acompañada de la correspondiente bibliografía. Iris Zavala, que escribe una breve nota introductoria, se plantea el significado de la "modernidad" que eligieron, repitiendo una interrogante sin respuesta posible: "¿Clásicos, contemporáneos? Y lo son desde 1924- 1925, y están como nosotros afiliados a la modernidad... desde el fragmento a lo fronterizo [...] Frente al mundo violento que sumerge en las aguas del egoísmo la dignidad personal y todo el universo del pasado, nos abren el camino al mundo postmoderno de hoy". La presencia actual de dos culturas que representan los zapatistas encapuchados y la más sofisticada tecnificación en algunas zonas de la desbordante capital y en otras del complejo país nos confirma que la polémica que se suscitó con y contra los Contemporáneos perdura. La poesía, incluso cuando pretende evadirse no escapa de las condiciones sociales en las que nace. Lo que importa es lo que los lectores podrán apreciar y disfrutar: que su contemporaneidad -su perduración- responde a la calidad y a la dedicación a la obra bien hecha y nunca ajena o alejada de las inquietudes del hombre.