Poesía

Algunas sílabas

José Bento

4 abril, 2001 02:00

Traducción de José Luis Puerto. Calambur-Editora Regional de Extremadura. Madrid, 2000. 443 páginas, 3.500 pesetas

En un tono similar al de Rilke, Bento tematiza nuestra condición de extranjeros errantes en un mundo complejo que nos expulsa de nuestro paraíso y nos impide el regreso

José Bento no es sólo el admirable traductor que todos conocemos sino también el singular poeta que, gracias a las cuidadas versiones de José Luis Puerto, ahora empezamos a ver y descubrir. Algunas sílabas es una antología muy certera que focaliza partes de una obra caracterizada por dos rasgos: la delicadeza y la profundidad. António Ramos Rosa ha resaltado en ella la densidad de su lenguaje "perfectamente estructurado en un discurso que alía las imágenes y los conceptos" y que funciona como iluminaciones del instante en medio de la noche cada vez más oscura de nuestra identidad. "No lo que sientes es el único sentido/ de lo que escribes", advierte en el primer poema de "Temas con variaciones", una serie que indaga "la ausencia de señales" que informa nuestro aquí.

En un tono similar al de Rilke, al que remite tanto como recuerda, Bento tematiza nuestra condición de extranjeros errantes en un mundo complejo que nos expulsa de nuestro paraíso y nos impide tanto el regreso como la estancia en él. Sus poemas están entre la oda y la elegía: saben los límites y finitud del nombre, y objetivan situaciones trágicas en sí. "Regreso y busca" es una muestra de esta escritura en la que hay un proceso de alucinación y de conocimiento, de vértigo y de abismo, de dolor y de ser.

Las palabras penetran "en la blancura cereal de [su] silencio" y están "a la espera de nadie": de ese nadie que, como el yo, nunca aparecerá. Sin embargo, no es ésta una poesía intelectual sino de gran fuerza emotiva, que implica una metafísica del cuerpo y que no excluye una precisa geografía del amor, explícita en sus exaltadas aproximaciones a la carne "bajo el impulso de la sangre erecta".

Paisajes y autores españoles -Bilbao, Arcos de la Frontera, Unamuno, Machado, Aleixandre, Bousoño...- son un sistema referencial aquí, como lo es la metapoesía y una forma de culturalismo próxima a la practicada por algunos poetas del 50: Mantero y Brines, en concreto. Bento utiliza el verso preferentemente largo y opta por la división del movimiento en series. Lo que confiere a sus poemas un aspecto de partitura musical que no anulan las improntas puntuales como "Caballos en Churdínaga", donde alienta el eco de Guillén.

Bento es un maestro de los ámbitos y de la reflexión sobre lo que llama "la ciencia de los lugares". Pero eso no le impide ser un poeta del tiempo y un gran poeta del amor que busca los sentidos del fondo y descompone y analiza las apariencias hasta extraer de ellas un rumor de cántico que le sirve de base de su significado y en el que, como en la pintura impresionista, descubre diferentes reflejos de su yo. No es que la poesía para él sea imagen: es que la imagen le devuelve distintas percepciones de su yo. La identidad es su tema, y la identificación, un recurso: "Lo que tanto jadeaba entre el agua y la sed/ leño siendo ya lumbre -¿era yo, era él?".

Algunas sílabas da la cifra de un poeta tan profundo como necesario, en el que asistimos al juego de espejos de la memoria y a la lucidez de su compacta reflexión. En Bento lo moral se hace religioso. Su obra es todo un descubrimiento: el de la poesía de tono mayor.