Image: Zona de varada

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Poesía

Zona de varada

Rosa Romojaro

11 julio, 2001 02:00

Premio Ciudad de Salamanca. Algaida. Sevilla, 2001. 58 págs., 1.260 ptas.

Si hubiera que definir la poesía de Rosa Romojaro en dos palabras, "visual" y "mental" serían las dos primeras en las que pensaríamos. Visual: sucesión de imágenes, fotográficas o cinematográficas, a las que a veces acompaña una voz en off ("Como una voz en off" se titula precisamente el primer poema). Mental: poesía de la inteligencia, en apariencia fría y distanciada, poesía que parece eludir toda implicación emocional. Los detractores hablarían también de formalismo, de neoguillenismo. Y tendrían razón. La autora parece hacer alarde de su dominio de la métrica clásica y prodiga los sonetos, las liras, los tercetos encadenados. A Guillén, por otra parte, se le emula y se le homenajea : "todo el aire es pájaro" dice uno de sus versos de Cántico; "todo en el aire es perro" comienza uno de los poemas de Zona de varada.

Pero si evidente resulta el homenaje a Guillén, más secreto resulta el que se tributa a Francisco Brines: "como si nada hubiera sucedido" leemos en el soneto "Tregua". El poema "Los sinónimos", de Insistencias en Luzbel, un poema queRomojaro podría haber citado íntegro al frente de su libro, dice así: "Más allá de la luz está la sombra,/y detrás de la sombra no habrá luz/ni sombra. Ni sonidos, ni silencio./Llámale eternidad, o Dios, o infierno. / O no le llames nada./Como si nada hubiera sucedido".

Poesía elegíaca y temporalista la de Rosa Romojaro, meditación de postrimerías, ensayo de una despedida, más próxima por eso -a pesar de la geométrica frialdad aparente- a Brines que a Guillén: no canta el goce de existir, sino el precario vivir amenazado.

Rosa Romojaro reescribe, de personalísima manera, una tradición que conoce bien. El soneto "Recuerda" es una recreación de un tópico barroco, el "memento mori", quizá leído a través de Borges ("¡Cuántas cosas,/limas, umbrales, atlas, copas, clavos,/nos sirven como tácitos esclavos,/ciegas y extrañamente sigilosas!"); el resultado es un poema a la vez viejo y nuevo, como toda la poesía que merezca la pena: "Tantas cosas/ iguales y cercanas, ordenadas/y juntas son, más aún que las rosas,/más aún que el reloj o las azadas,/recados de la muerte: faltará/tiempo para vivirlas todas ya".

Poesía áspera, frecuentemente encabalgada, nada complaciente con el lector, poesía que huye de la falacia patética y de la música consabida. Poesía objetivista, descriptiva, que gusta de la imagen sorprendente, de contemplar la cotidianidad desde ángulos inéditos. El poema que cierra el libro, "La ausencia", ejemplifica de manera admirable el hacer de Rosa Romojaro; la muerte de un ser querido -quizá el padre- se refleja en los versos de manera indirecta, con aparente frialdad. Estamos en una concepción de la poesía exactamente opuesta a la que refleja Miguel Hernández en su admirable y desmelenada elegía a la muerte de Ramón Sijé: al llanto de las plañideras, a la conversión del dolor en espectáculo, se le opone una casi aséptica descripción del reparto de las pertenencias del familiar difunto ("La sala se convierte en un mercado:/se tasa; se comercia; se precisa/lo que entrará en los lotes, lo asignado/a cada cual...").

En Rosa Romojaro la emoción va por dentro; su verso, que parece frío, abrasa. No importa que juegue a distanciarse tanto que incluso poetice las rimas que encorsetan (o liberan): "ABabcC" (el juego de rimas del sexteto lira) es uno de los heptasílabos de "La vuelta", formado por dos de esas estrofas.

Poesía urbana, colección de diapositivas, juego de luces y sombras, sigilosa novela negra, crónica de una muerte anunciada, artificio evidente y secreta pasión, Zona de varada es un libro sabio y distanciado, antipático por ello para el lector apresurado que sólo busca que le hagan cosquillas en el oído y en corazón. Un libro intelectual y cordial. Una elegía que no se atreve a decir su nombre, y que por eso mismo nos emociona doblemente.