Image: La estación de las lluvias

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Poesía

La estación de las lluvias

Eduardo Jordá

18 julio, 2001 02:00

Premio Renacimiento. Renacimiento. Sevilla, 2001. 62 págs, 1.250 ptas

En sentido estricto, La estación de las lluvias es el primer libro de poemas de Eduardo Jordá (Mallorca, 1956), pero que era poeta ya había quedado demostrado con alguno de los relatos de Orco (2000) y con bastantes de las anotaciones de sus dietarios Terra incognita (1997) y Canciones gitanas (2000).

¿Añade algo el verso a la poética de Eduardo Jordá, articulista ejemplar perdido en diarios provinciales, uno de los más notables escritores viajeros que han surgido en los últimos años? A primera vista parece que no; comenzamos a leer y echamos de menos al prosista (prosista, por cierto, que asoma en las notas finales, como en las líneas dedicadas al poema "Dancetería"). El verso no añade intensidad; al contrario: parece quitarla. ¿El primer poema, tan blando, no lo hemos leído ya en Miguel d’Ors y en tantos otros poetas de su estilo familiar y menor? Tarde de mayo, nubes venturosas, el olor persuasivo de la hierba, el poeta y su hija: "Ella coge las flores blancas y con un leve/polvillo púrpura, y las va esparciendo/sobre el césped tranquilo.Los gorriones/gorjean, impacientes como un enamorado". El obvio colofón termina de emborronar el texto: "Tan sólo diez lentos minutos./Y han sido suficientes/para justificar toda una vida".

Pero esa inicial impresión negativa pronto desaparece. Eduardo Jordá, poeta en prosa, es también poeta en verso, y poeta de muy variados tonos, descriptivo y meditativo, elegíaco y celebratorio. Poeta culturalista en el monólogo "Lamento de Ofelia", en "Los últimos días de Montaigne" o en "Vladimir Nabokov"; poeta realista, a la manera de Carver, en "Por culpa de un tejón", o en ese espléndido poe-ma, una de las cimas del libro, que es "Woman on a metal bed", donde se habla de suicios y autopsias y amor a la vida; poeta viajero que evoca Irlanda y Tánger, la India y Chile: "Qué fácil es amar esta costa de algas y sepulcros".

Pasada la primera impresión de reiteración y facilidad, La estación de las lluvias nos ofrece muy variados tonos, continuas sorpresas. En "Doce lunas" el transcurrir de un año se convierte en una alegoría de la vida humana. "Enero es la innombrable claridad/del tiempo que se ensancha como un río", comienza, para terminar con "la escarcha en el alma" de diciembre y "la corona de acebo colgada de una puerta/que nadie, salvo el viento, va a abrir ya". Otro poema, "Harbour View", comienza como una estampa viajera (Jordá es maestro en el género), pero pronto nos damos cuenta de que su sórdido pintoresquismo y su frialdad aparente son sólo formas del pudor. Como en el "Requiem", de José Hierro, el poeta escribe este otro requiem a la muerte de un ser querido "objetivamente, sin vuelo en el verso" y sin decirle a nadie -al contrario que Hierro- que ha estado "a punto de llorar"; por eso nos emociona de más intensa manera. A mucha literatura, buena y mala, ha dado lugar el holocausto judío, pero a pocos textos tan punzantemente hermosos como "El planeta en forma de zapato", que es poema y plegaria y confortadora utopía.

Comienza a publicar poemas Eduardo Jordá cuando los poetas de su generación ya han reunido sus primeras poesías completas; por eso al lector apresurado le puede parecer, a ratos, un epígono: si "Los justos" podría haberlo escrito Marzal, "Dancetería", con sus pareados de rtima consonante, no desentonaría entre los poemas de Salvago.

Pero La estación de las lluvias, en su conjunto, sólo podría haberlo escrito Eduardo Jordá. La poda de algunos poemas habría hecho el conjunto más rotundo; ciertos descui- dos rítmicos, quizá voluntarios, podrían haberse evitado. No importa; pronto disculpamos esas posibles limitaciones. Poeta nada enfático, poeta que no se empina ni engola la voz como tantos que no quieren ser tenidos por menores, poeta que a ratos parece querer limitarse a contar anécdotas biográficas o a describir paisajes exóticos, poeta, sin embargo, tanto más verdadero cuanto menos pretencioso.