Image: Invocación a la Osa Mayor

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Poesía

Invocación a la Osa Mayor

Ingeborg Bachmann

18 julio, 2001 02:00

Ingeborg Bachmann

Traducción de C. Dreymuller y C. García. Ed. bilingüe. Hiperión, 2001. 179 págs. 1.800 ptas

La austríaca Ingeborg Bachmann representa, en la escritura de la segunda mitad del siglo XX, el paradigma de esa expresión de la conciencia trágica que suele producirse allí donde la tentación de lo latino entra en contacto con lo lingöística y filosóficamente alemán.

Hölderlin y Nietzsche, en su asimilación idealizada de lo griego, vivieron una experiencia similar; Goethe y Winckelmann la experimentaron en su trato con lo italiano y lo francés. Rilke hizo una síntesis espiritual de ambas, como la hicieron George y Hofmannsthal. Para Bachmann "Todo es una cuestión de lenguaje", como expone en su relato "Alles" incluido en Das dreissigste Jahr: sobre todo, el yo lírico convertido en sujeto histórico, y el yo histórico transformado en sujeto lírico. La ocupación de Klagenfurt por las tropas de Hitler redujo a ruinas su niñez, y eso es lo que tematiza en Die gestundete Zeit (1953), su primer libro, que le situó en la órbita de Nelly Sachs, de Eich y de Celan.

Los veintiséis poemas que conforman el libro definen la desorientada situación de su yo y del mundo en un momento concreto de la historia: en el tiempo inmediatamente posterior a los brutales cataclismos de la segunda guerra mundial. Los 41 poemas que componen su segundo libro, publicado en 1956 y que ahora se traduce, se articulan en ciclos con esquemas métricos rígidos y una estructura rítmica que atraviesa las series rimadas que hay en la base de su composición. La mezcla de expresionismo y surrealismo que marcaba su libro anterior cede sitio a lo que Cecilia Dreymüller llama "imaginería heterogénea" acompañada y conducida por una letanía contemporánea, en la que el tiempo es una iluminación del espacio que nos hiere tanto con su potente olvido como con su profundo resplandor. "De un país, de un río y de los lagos" gira, en sus diez movimientos, sobre la memoria de Carintia en una serie de percepciones que van desde la vivencia interior de la palabra ("Desde que nos acunan los nombres en las cosas/damos señales, nos llega una señal") hasta la erótica del amor ("No podíamos contenernos y entrábanos,/en cada cuerpo, llenos de alegría") sin olvidar que dolor y culpa existen, y que la muerte se manifiesta en la seca escritura de las flores.

El lenguaje es invocado aquí como una patria y sin duda lo es: los traductores hacen alarde de su exigencia en la precisión terminológica y despliegan un léxico botánico cuya exactitud y riqueza el lector agradecerá. "Mi pájaro" recuerda Sombra del paraíso de Aleixandre, con el que tiene cierta familiaridad. Su versión es correcta y eficiente, con soluciones rítmicas muy bien logradas, que acaso sólo haya que cambiar en el último verso, dejando el penúltimo como final. "Curriculum vitae" es un gran poema no sólo por la extensión en que se mueve sino por las alturas a que su intenso aliento nos hace llegar. "La hora azul" supone un cambio de la forma del verso que explotará después en "Explícame, amor" y que demuestra su interés y atención por la variedad de modos y de metros y en el que se ofrece una imagen muy plástica del amor: "hasta que el cuarto rompa con la hora incierta/y tu boca, entre mordiscos suaves,/se hospede en mi boca y el dolor te instruya:/viva la palabra que gane al mundo,/juegue y pierda e inicie amor". En "Días en blanco" la traducción supera al original: "Llegué a la página/en blanco de un país" va más allá que el escueto "indescrito", que es lo que en el texto alemán aparece. "Harlem" supone otra transformación, visible tanto en su mundo como en su verso.

En la tercera parte del libro el espacio es el sur, al que denomina primogénito país, y donde siente el horror dentro de la luz, como en el suyo propio había sentido el corazón comido por la niebla. "Cantos de una isla" es un poema apocalíptico que coincide con Sobre los ángeles de Alberti no sólo en los tonos sino en la expresión. "Carta en dos versiones", "Imagen nocturna de Roma", "Vals negro" y "Al Sol" figuran entre los mejores, cuyos Cantos durante la huida se inscriben en la tradición de Petrarca, recuperan la de Propercio y objetivan un intenso mosaico de las estaciones del amor.