El mapa de América
PABLO GARCÍA CASADO
31 octubre, 2001 01:00El mapa de América nos habla de una América que está menos en el mapa que en el cine y en ciertos libros. Las carreteras interminables, los moteles, las prostitutas "de corpiño rojo" no tienen connotación realista, quieren ser sólo símbolos, convencionales escenarios de la desolación del hombre.
Recientemente, en la revista El Ciervo, ha analizado García Casado el proceso de escritura de uno de sus poemas, "Garner, NC". Se trata de un proceso "lento y complejo", que parte de una obsesión y en el que tiene mucha importancia la selección de aquellos "detalles significativos capaces de explicar por sí mismos los estados de ánimo que se ponían en juego" (su función sería la de proporcionar "plasticidad y credibilidad a lo que se está contando").
García Casado se enfrenta a sus poemas menos como un poeta que como un hábil narrador, muy consciente de sus recursos. En los mejores poemas de El mapa de América acierta a encerrar toda la desolación y el fracaso de una vida en unos pocos versos; no nos importa entonces lo convencional de los decorados: tres o cuatro detalles seleccionados con minucia artesana y con instinto de buen narrador le bastan para darnos una sensación de verdad, y eso es lo único que cuenta.
Pero abundan los casos en que la fórmula no acaba de funcionar, y el presunto poema se queda en una nadería. Leyendo El mapa de América tenemos a veces la impresión de encontrarnos ante un libro epigonal, la obra de un poeta que se esfuerza en aprovechar todo el jugo de unos recursos que ya ha explotado ampliamente en su obra anterior.
Un poeta puede pasarse la vida pagando el éxito desmesurado de su primer libro. Le ocurrió a Blanca Andreu, es posible que le ocurra a Carmen Jodra, de alguna manera le ocurre a García Casado: los elogios a Las afueras le han hecho rehén de una fórmula. Si no acierta a escapar de ella, puede quedarse en poeta de un único libro con sucesivos apéndices de decreciente interés.