Image: Mecánica terrestre

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Poesía

Mecánica terrestre

Álvaro Valverde

30 enero, 2002 01:00

Álvaro Valverde

Tusquets. Barcelona, 2002. 125 páginas, 10 euros

Meditaciones, variaciones, homenajes integran el último libro de álvaro Valverde, uno de esos poetas que no sólo crecen en círculos, ensanchando o ahondando su propio mundo, sino que también -muy sensibles a la temperatura ambiente- muestran cierta camaleónica capacidad de metamorfosis, aunque sin perder nunca el toque personal. No comienza Mecánica terrestre de una manera en exceso afortunada. El poema "El lector", que se coloca a manera de prólogo, dice de algo enrevesada manera lo que otros habían dicho antes y mejor: al leer nos leemos, todo gran poeta nos plagia.

álvaro Valverde acierta cuando piensa en imágenes, no cuando se entretiene en conceptuosas elucubraciones. "Aunque esté ante él por vez primera", nos dice del poema, "sé a ciencia cierta, que los giros,/el tono, las medidas, las metáforas/y, en fin, las expresiones que contiene,/por muy mía que a mí me lo parezcan,/son propiedad ajena..." Me parece que en ese razonamiento el "aunque" resulta fuera de lugar: si en un libro nos encontramos por primera vez con un poema, está claro que no lo hemos escrito nosotros.

Los mejores poemas de Mecánica terrestre, los que justifican el libro, los que bastan para justificar a un poeta, son aquellos que pueden considerarse "composiciones de lugar", casi siempre centrados en una casa de campo, en un demorado paseo por sus alrededores. "Una casa de campo" se titula precisamente uno de los poemas, casi todo él morosa y amorosa descripción de un lugar vivido, convivido; al final se produce una identificación entre quienes habitaron allí antes y quienes habitarán después, en un raro acorde que "unos llamarán Dios y otros vacío", pero que el poeta se atreve a identificar con verdad y belleza. "El paseo", en la misma línea, es otro de los grandes logros del libro. A Leopardi, Unamuno, Pimentel y Machado se menciona en ese poema: son antecedentes de la poesía despojada, pensamiento y emoción, que busca Valverde. No son los únicos. También podríamos citar al Wordsworth de las inaugurales Baladas líricas o al Luis Cernuda de "Río vespertino" o "Vereda del cuco".

A Luis Cernuda se le dedica precisamente uno de los poemas que integran "Relación de los hechos", la última sección del libro y la más variada y desigual. Monólogos dramáticos, pastiches y homenajes, canto y cuento: el poeta parece querer apropiarse de otras vidas, ver el mundo con distintos ojos. Uno de esos poe-mas, "Homenaje a Plossu" -se trata del fotógrafo francés Bernard Plossu- utiliza un procedimiento anafórico de encadenamiento de imágenes que se reiterará en otros textos con un cierto riesgo de incurrir en la monotonía: "Soy el hombre que mira a través del balcón/la estela de agua y humo de un barco que se aleja".. No importa que se bordee en ocasiones lo convencionalmente poético: las imágenes fotográficas se traducen en imágenes verbales que conservan toda su capacidad de sugerencia.

La segunda parte del libro, "Los lugares del sueño", integrada por un único poema, utiliza enumeración y anáfora hasta la extenuación. Interminables dísticos que comienzan con "he soñado" o "soñé" acumulan hallazgos y tópicos; el lector, al menos este lector, agradecería una poda impiadosa.

"Geografía" es otro poema, más breve, que utiliza idéntico recurso: "He olvidado el lugar desde el cual he partido./He olvidado la sed de sentirse extranjero./He olvidado volver del destierro y la huida..." Y así sigue durante bastantes versos más. También "Del tiempo" -versos dispuestos a manera de prosa- es una acumulación de imágenes: "El sueño reiterado que sueña un hombre insomne. La mirada violeta del crepúsculo. La arena que resbala por un cuento de Borges..."

Poemas circunstanciales, ejercicios de estilo, hay en "Relación de los hechos", pero también algún poema en la mejor línea del libro, en la que es capaz de dotar de trascendencia a la realidad de todos los días, en la que aúna cotidianidad y misterio: me refiero a poemas como el titulado "Una carretera".

Completa el libro "Palabras privadas" (el título viene de Eliot: "Estas son palabras privadas que te dirijo en público"), un puñado de poemas de amor que quieren prescindir de la habitual retórica que parece exigir el tema.

Aunque veces peque de ambición y mimetismo, Mecánica terrestre contiene los suficientes poemas hondos, verdaderos e imprescindibles como para que consideremos el resto como los necesarios cimientos de tales logros.

Certezas
Un libro releído largamente,
la lámpara encendida y el café,
aquella mañana de domingo en Estoril.
Pasear un jardín observando la fronda
y descubrir que existe la planta del acanto.
Levantarse temprano recorriendo desiertas
las calles que creímos perdidas para siempre.
Contemplar el crepúsculo y por ello saberse
memoria de otro tiempo que no vencerá el tiempo.
Volver a los veranos vencidos de la infancia
y no olvidar que entonces ya eras presencia mía.