Image: El tiempo tras nosotros

Image: El tiempo tras nosotros

Poesía

El tiempo tras nosotros

Vincenzo Cardarelli

30 enero, 2002 01:00

Cardarelli retratado por Amerigo Bartoli (1934)

Trad. E. Baltanás. Pre-textos, 2002. 123 págs., 13’22 euros

En un momento en que marca su diferencia con su generación -que no es otra que la del 27- Pemán advierte que el abismo que media entre la poesía que se considera "actual" y la de su libro El Viático es que aquella "se quiere encontrar en la misma e inefable realidad del verso, y no en las cosas a que el verso señala o alude" en sí. Una postura similar puede encontrarse en Cardarelli tanto respecto al hermetismo como a la vanguardia de los primeros años del pasado siglo. Algo no muy distinto iniciaban Cocteau, con su regreso al mito, y Gerardo Diego, con su "vuelta a la estrofa". Todo lo cual se inscribía en ese invocado "retorno al orden" que, a su modo, el fascismo hizo suyo y extendió. La reacción de Cardarelli -como la de su revista "La Ronda" y la de todo su grupo fundacional- fue proponer a Leopardi como ejemplo a seguir. Viaggi nel tempo, un libro suyo de 1920, mantiene un equilibrio entre verso y prosa y llega incluso a combinarlos. Lo que hizo que algunos le llamaran "poeta discursivo" por haber aspirado a que, en su obra, "el elemento musical y lírico no excluyera el rigor lógico, el lenguaje expresivo".

De infancia dura y difícil, inicia su actividad periodística en la redacción de "Avanti", mantiene una relación amorosa con la actriz Sibila Alerarno y envía, en 1911, a la revista "Voce" un ensayo sobre Péguy. Sus temas son todas las arquitecturas de lo efímero, pero lo que lo define es su estilo, sus niveles de lengua y el desarrollo de los poemas, que se caracterizan por su tono meditativo y por su transminante fluidez. Enemigo de la analogía y de la diseminación de las imágenes, buscó la razonada coherencia que había en la poesía de corte más tradicional y en los conceptos clásicos de equilibrio, de armonía y de norma. Como ha indicado Sanguinetti, "la poética de Cardarelli está estrechamente vinculada a una idea, leopardiana en parte, de elocuencia discursiva y racional".

El propio Cardarelli lo explica: su escritura "procede -dice- por yuxtaposición de ideas o de imágenes, por refracción de un mismo concepto [...] que se desarrolla [...] como un tema musical". Para él -como para Dante, Petrarca y Leopardi- "razonar es sinónimo de poetizar". Reflexivo y moralizante, aspira a la exactitud y admite la sentenciosidad. Su poesía ha sido puesta en relación con la pintura metafísica. Sus cartas a Giuseppe Raimondi, explica Celia Martignoni, están llenas de "revolucionarismo, antiamericanismo y antiliberalismo" unidos a "un culto de la provincia y de la tradición". Pero de una tradición que parece menos de Eliot que de Azorín. "Asediado por el silencio" -como se autodefine- algunas de las manifestaciones que en estas cartas hace no están muy lejos de otras de Giménez Caballero y, como tales, son sincrónicas del más fascista de sus libros: Parliamo dell’Italia de 1931 que, por algo, no se ha vuelto a reeditar.

Enrique Baltanás lo ha traducido del mejor de los modos y lo ha presentado de una manera tal vez demasiado interesada, en la que se ha borrado -ignoro si deliberadamente- el claroscuro que también la nutre. Su versión resulta más autónoma que fiel. Lo que no ha de entenderse como un reproche, porque es difícil encontrar una teoría de la traducción de la que se discrepe tanto y que sirva de apoyo a unas versiones cuya solución y factura deban admirarse más. Baltanás logra que sus traducciones no parezcan poemas traducidos sino creación. El lector encontrará en estas páginas al mejor Cardarelli y del modo también tal vez mejor: con su tono y sus tonalidades. Se asomará a esa "oscura alegría de la carne" del muy sensual "Adolescente" y se acercará a esa "arraigada presencia de un rito" que esta poesía comparte con la de César Simón. Cardarelli es un poeta habitable: es poesía verdadera la que Baltanás, con sus más o menos libres versiones, nos invita a leer y disfrutar aquí; esa emoción que la poesía hecha verdad, comunica y transmite.