El libro, tras la duna
Andrés Sánchez Robayna
6 marzo, 2002 01:00El Juan Ramón de Dios deseado y deseante deja su huella en bastantes pasajes, los que hablan, presencia recurrente, de "la nube del no saber": "Es una nube. Sólo/años después sabría que su nombre,/entre otros nombres justos que la llaman/ y el nombre conseguido de los nombres,/es la nube clarísima/del no saber,/la nube/interna del amor/y la contemplación". Juan Ramón Jiménez, en el segundo poema de Animal de fondo, escribe: "El dios que es siempre al fin,/el dios creado y recreado y recreado/por gracia y sin esfuerzo./El Dios. El nombre conseguido de los nombres".
Más sorprendente, conocida la trayectoria de Sánchez Robayna, es la presencia de Antonio Machado ("monotonía/y lluvia y colegiales") o la de Gil de Biedma: el comienzo del fragmento xxx remite a "Noches del mes de junio", mientras que otro pasaje ("los misterios de amor/se forman en las almas, pero el cuerpo es su libro") parafrasea unos versos de "Pandémica y celeste" que a su vez proceden de Donne.
Quiere el autor que consideremos El libro, tras la duna como un único poema; buena parte de sus fragmentos, sin embargo, admiten una lectura independiente. El conjunto resulta más heterogéneo que el de bastantes libros sin excesivas pretensiones unitarias. Alternan los textos más abstractos, más metafísicos (por utilizar una palabreja de moda en el ámbito poético), con otros que recrean anécdotas biográficas, muy en la línea de cierta poesía del 50. Estos poemas, los más novedosos en la obra de Sánchez Robayna, parecen también los menos personales, a pesar de su componente autobiográfico.
En la evocación del mayo francés se nota el esfuerzo por personalizar un tópico motivo generacional, pero el resultado no pasa de aplicado ejercicio retórico: "Poco a poco llegaban las noticias/(pautadas por la sandia estolidez/y los lápices rojos del burócrata)/del mes en que, en París, los estudiantes/y los obreros se precipitaron/a las calles/tomaron la ciudad/y con airados lemas y proclamas/afirmaron a un tiempo queja y júbilo,/nuevo mundo amoroso, alegre alianza/de rebeldía, de pasión, de fe". El énfasis final del poema me parece (puedo estar equivocado) especialmente ridículo; la existencia "de posibles españoles,/de algunos estudiantes/ nuestros allá" le lleva al protagonista poemático a exclamar: "¡Estudiantes españoles en La Sorbona,/evocados/en la pequeña plaza colonial,/bajo la henchida furia de la luz oceánica!".Tampoco resulta muy afortunadado el fragmento que evoca la muerte de Franco: "En aquella mañana de noviembre/tú volviste muy pronto/de la Universidad, y me dijiste:/Todo estaba cerrado, una bandera/a la mitad del asta/fue signo suficiente". Un poquito despistados esos universitarios que hasta que no ven las banderas a media hasta no se enteran de la muerte de Franco.
El libro, tras la duna es una obra dual. Por un lado están los poemas más autobiográficos y anecdóticos: juegos de infancia, descubrimiento del sexo y la poesía, estudios en la Universidad de Barcelona, homenajes a Brossa y a Tapies; por otro, los más reflexivos y esencializados: "El tiempo, en la distancia y la afección,/se encoge y se dilata. En la presencia,/parecer ir con nosotros, oh textura/del tiempo que se enhebra con instantes".
El lector habitual de Sánchez Robayna preferirá estos últimos. En los otros intenta hacer, con loable tenacidad, con meritorio empeño, lo que poetas de su generación (F. Ortiz), de la generación anterior a la suya (C. Sahagún) o de la siguiente (García Montero) han hecho ya con mejor fortuna.