Sonetos de fuego y nieve
Javier Villán
24 julio, 2002 02:00El estricto molde del soneto resalta el desbordamiento expresivo con que el poeta va cifrando la trayectoria del deseo erótico enfrentado a su objeto y a la intemperie de la fugacidad. Los poemas de "Llamas" conducen a la culminación en la que cuerpo y palabra se funden: "Todo tu cuerpo es cópula y es suma,/ labios tus labios y tus muslos labios,/ y el cáliz bajo el pubis y los sabios/ signo y sintaxis que tu boca alienta,/ acaricia, subraya, hiere, aventa". A partir de "Brasas" la plenitud de la fusión se ensombrece con los presentimientos de soledad y acabamiento, que en "Humos" instalan el dolor y la mortalidad en "los escombros de un sueño" y que, en "Cenizas", alcanzan los mejores momentos del conjunto.
Por momentos distancia de tanto ardor y de tanta tensión expresiva el doble juego en el que la intensidad y el tono elevado se cruzan con lo paródico, más o menos afortunado (como el uso de algunos vocablos y rimas), de algunas intertextualidades de Juan Ramón, García Lorca o Rubén Darío, entre otros: "Resplandor, oquedad, estalactita,/ hermética, fugaz, sacerdotisa,/ virgen, vestal, lirófora, insumisa,/ púber, frutal, canéfora, Afrodita". Con todo, estos Sonetos de fuego y nieve componen una bien urdida suma sentimental, sorprendente y brillante en sus aciertos, a la vez que un homenaje, quiero pensar que algo irónico, al discurso amoroso de la tradición.