Image: Inútil poesía

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Poesía

Inútil poesía

Àlex Susanna

3 octubre, 2002 02:00

Àlex Susanna

Trad. ángel Guinda. Olifante. Zaragoza, 2002. 134 págs, 16 euros

Decía Gil de Biedma, un poeta muy afín a Àlex Susanna, que "las únicas edades que en la vida tienen argumento son la infancia, la adolescencia, la juventud y la vejez; la edad madura es una tierra de nadie donde a uno no le pasa nada íntimo que no sean dolores de cabeza". Por eso la poesía -la poesía que a él le importaba- se hace de muy joven o de muy viejo, pero nunca en la madurez. Àlex Susanna, en este su último libro, realiza esa difícil hazaña de convertir en poesía la cotidianidad del hombre adulto: trabajo y familia, sin utopías, sin grandes sueños, inventada ya una identidad, conseguido un lugar en el mundo, todavía lejos del ensayo de una despedida que es la vejez.

Y lo hace con un lenguaje reflexivo, al que a veces sólo el ritmo separa de la prosa, sin rupturas llamativas, sin alardes metafóricos; su estilo es el del hombre educado: habla sin énfasis, rehuyendo por igual pedrerías y truculencias. El traductor, que en su propia poesía sí gusta de truculencias, ha sabido mantener ese tono en castellano, aunque en alguna ocasión no ha sabido, o no ha querido, evitar algún disonante aragonesismo: "el cado insobornable" por "la madriguera insobornable".

Poesía de la experiencia, sí, pero dándole a esa manida etiqueta un sentido que no es el que le dan los resentidos detractores de García Montero ni tampoco exactamente el que tiene en el libro de Langbaum. "No necesitamos demasiada poesía" nos dice al comienzo de un poema en el que compara la poesía (y la comparación es muy ilustrativa de su visión del mundo) con una copa de buen coñac. Y continúa: "solamente la justa y necesaria,/una copita al anochecer,/en casa ya, después de haber cenado,/como hacemos con un viejo armagnac,/siempre que sea posible junto al fuego,/para observar mejor en la palma de nuestra mano/ cómo centellea la olorosa cuenca/de su estanque espesamente dorado..."

Función de la poesía es "devolvernos el fuerte aroma/de nuestros momentos más intensos,/justo cuando vivimos la experiencia/pero no conseguimos alcanzar su sentido".

De las experiencias concretas en cuanto "hijo de vecino", no en cuanto "hijo de Dios" (nada más lejos de Susanna que la insistencia en la función sacral del poeta), parten los poemas de un libro que, como indica el prologuista, tiene mucho de diario: nos hablan de la vuelta a casa después del trabajo ("Edad vencida"), del nacimiento de los distintos hijos ("Libro de familia"), del biberón de madrugada ("Maternidad"), de la imprevista música tras un viaje transatlántico ("Noche de jazz en Columbus"), de un paseo bajo las estrellas en el fin de semana ("Nocturno en Queralbs")...

Muy deliberadamente Àlex Susanna desmitifica la figura del poeta, que no es aquí ángel ni demonio, que nada tiene de rebelde sin causa ni de chamán ni de bohemio ni de ninguna de esas formas que lo reviste la imaginación popular. El protagonista autobiográfico de sus versos es un burgués que habla de letras de cambio, que disfruta de la buena comida lo mismo que de la buena lectura, felizmente enamorado de su pareja, padre reciente que no se cansa de hablarnos de su criatura.

¿No decía André Gide que es con los buenos sentimientos con lo que se hace mala literatura? ¿Es posible hacer poesía que merezca la pena con un material así? Es posible, y este libro se lo demuestra al lector más escéptico. Cierto que con los buenos sentimientos lo más fácil es hacer mala literatura, por eso cuando se consiguen sortear los riesgos de la obviedad y el sentimentalismo, el mérito resulta mayor. Y Àlex Susanna lo consigue en un puñado de poemas memorables.

Inútil poesía reflexiona sobre la vida de un hombre de hoy, sobre experiencias privadas que son comunes a la mayoría de los hombres, y sobre la función de la poesía en el tiempo presente. "Bueno es olvidar la poesía/de uno mismo y la de los demás,/ dejar que la vida nos atrape...", leemos al comienzo del poema que da título al libro. Pero bueno es también tomar de vez en cuando un sorbo de ese seco y reconfortante licor que nos vuelve más lúcidos y quizá más felices.