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Poesía

Poemas

Hilde Domin

3 octubre, 2002 02:00

Hilde Domin

Edición y traducción de Hans Leopold Davi. El Bardo. Barcelona, 2002. 302 páginas , 11’54 euros

Hilde Domin es un pseudónimo que ha llegado a ser un concepto: el que ha protagonizado y definido un tipo de lírica cuyo espacio genérico se extiende desde la más escueta elegía a la más moderna forma de la consolación.

Su obra es un espejo de casi todas las tendencias del siglo XX y un diario de las fisuras de sentido que muestra su interior. H. L. Davi da cuenta de su variedad de claves y registros. Domin prefiere a los alardes del virtuosismo técnico la literalidad de la palabra exacta y una equilibrada mezcla de contención y un dosificado grado de rigor. El resultado permite seguir las fases de su autora y comprender toda su evolución.

La poesía de Domin se caracteriza por dos rasgos muy claros: la sencillez de sus figuras de lenguaje y la libertad que muestra en la interpunción. "Manzano y olivo" se abre con una cita de Lope de Vega, que Domin utiliza para explicar su experiencia del exilio: "Pasos perdidos doy sobre la tierra,/pues todo es aire". "Paisaje pasajero" tematiza esta sensación. Esta elegía del espacio más que del tiempo tiene su origen en una percepción de lo físico por encima de toda diferencia cultural. Esto que se hace patente en los últimos versos de "Dónde está nuestro almendro" ("En todas partes se agavilla el heno/de otra manera/para secarlo/bajo el mismo sol") se traduce en la intensidad de una emoción proporcional a la falta de complejidad de su sintaxis. Lo que genera un modo entrecortado de narratividad que sigue más el flujo de los símbolos que el de la conciencia y que crea meandros en la memoria y cortocircuitos léxicos en los remolinos de su propio decir. "Segador" puede leerse como un emblema del Barroco y los colores de "Te invito" se articulan como una colección de ciclos y lugares recogidos, más que recordados, por alguien que ha perdido su país. Este poema suyo es uno de los más largos e interesantes de esta antología. En él se ve a la alumna de Jaspers y de Mannheim haciendo un recuento existencial de destierro. Su poética -expuesta en su "Carta abierta a Nelly Sachs"- define el exilio como una "Odisea del lenguaje". Y eso es su escritura: una tematización del lenguaje y una lirificación de la palabra, de la palabra viviente, que puede ser tanto silencio como grito y que se convierte en resistencia moral. Entronca con Celan y con Jean Améry. En La quema de los barcos el verso se adelgaza hasta alcanzar su mínima -y máxima- expresión: la que muestran "Señal" o "Escritura", dos textos próximos a la poética del silencio, como A quien le toque analiza la sustancia dispar del yo.

En Sólo una rosa por respaldo el influjo de los clásicos españoles y el Eliot se funden en un sistema metafórico, abundante en compuestos, que despertó el interés de Krolow y que ha sido descrito como un conjunto de apelativos, invocaciones y llamadas a un tú que es el mismo yo. La imagen bíblica y las referencias cotidianas se fusionan en un mosaico de nostalgias quintaesenciadas en el aforismo o aludidas en la lamentación. La poesía de Domin transita entre ambos y, a partir de No te acostumbres, se encastilla en la economía del poema cada vez más breve y en la "lengua rosa y blanca" del silencio. Ahí empieza la Hilde Domin más intensa y mejor: la de "Tu lugar es/donde unos ojos te miran"; la de "Tú no hueles a quedarte". Su nombre -tomado del de la isla que de 1940 a 1954 la acogió- representa una clave: la del exilio convertido en destino y la del habla "en una lengua/extranjera". Sus palabras "son pájaros/con raíces" en vuelo hacia una patria de sonidos "al otro lado de la tierra". Lo que le impone una lucha "con el lenguaje/hasta el fin". El yo y el lenguaje son los protagonistas de esta obra, sustentada tanto en la consciente asunción del exilio como en una teoría poética que, por su componente ideológico, es una de las más sólidas y fundamentadas de la modernidad.