Luis Eduardo Aute

En el caso de Luis Eduardo Aute más que en ninguno, diferenciar entre canciones y poemas es tan difícil como ocioso. Basta leer las letras de numerosas canciones suyas de todas las épocas para comprobar que forman parte de un todo que es poético en lo que tiene de descubrimiento narrado y que es canto más allá del ritmo de un lenguaje que destaca menos por su musicalidad que por su eficacia comunicativa: "Al alba", "La belleza" o "El universo" son tres buenos ejemplos. El hecho, además, de que integren discos como Sarcófago o Templo muchos de los que el autor publica como poemas en Volver al agua o los "poemigas" de Animal (curiosamente no incluidos en esta Poesía completa) ratifica esta afinidad de unos y otras.

Con todo, Aute reserva para la soledad de la lectura algunos de sus textos intimistas o satíricos más complejos, aquellos en los que el lenguaje se descoyunta a lo César Vallejo, traza metáforas de estirpe surrealista o juega al collage con los elementos perecederos de la cotidianidad. En esto último, como en otras cosas, el autor está cerca de Martínez Sarrión en La matemática del espejo (1970-1975), prologado por Caballero Bonald y editado por Jesús Munárriz, ambos a la sazón compañeros de aventuras lírico-musicales. Este libro y La liturgia del desorden (1976-1978) corresponden a aquella línea generacional de los setenta cultivada por poetas como el citado Sarrión, Vázquez Montalbán o el Munárriz de Viento fresco, entre otros de la oleada novísima, que suma rescate vanguardista, crítica de la cultura, especulación verbal y metapoesía ("Travelling"). Es la de esta etapa una poesía de iluminaciones, existencial, sarcástica y apasionada al tiempo, de "solitario solidario" que habla poco de erotismo o de belleza y mucho de la vida y de la muerte colectivas.

A otros estímulos y tonos responden los poemas de Templo de carne (1986), todos ellos cantados en Templo, un disco insólito en la trayectoria del autor. La liturgia del amor se desarrolla en el libro como un oficio religioso que amplifica el tema de "El universo", una de sus canciones emblemáticas. Apasionado cancionero amoroso, esta "razón de amor" es uno de los mejores logros de Luis Eduardo Aute, como lo es el poema inédito "Volver al agua", una especie de retorno a los orígenes que, no obstante, exige "quemar con sangre/todas las biografías". Sin concesiones a la facilidad, los poemas de Aute bien valen esta edición, aunque no sea del todo completa.