Image: Memoria de la luz

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Poesía

Memoria de la luz

Carlos Briones

10 octubre, 2002 02:00

Carlos Briones. Foto: Mercedes Rodríguez

DVD. Barcelona, 2002. 76 páginas, 7’90 euros

En las líneas que preceden a sus poemas en la antología Selección nacional (1995), refiere Carlos Briones su iniciación a la poesía con las siguientes palabras: "Desconozco por qué empecé a escribir. Cuál fue el motivo por que una noche, hace ya bastantes años, todo ese mar de sentimiento que vibraba dentro de mí decidió romper sus diques y comenzó a fluir, con la fuerza del torrente, a través de mis manos. "

"Ignoro -proseguía- por qué se desató la tempestad aquella noche, y todavía hoy sigo sorprendiéndome las noches de tormenta, cuando mi pluma dibuja senderos desconocidos a través del papel, cuando me voy desnudando línea a línea para que el agua golpee con fuerza todos los rincones de mi cuerpo y mi memoria".

El neorromanticismo, un tanto ingenuo, de esas líneas sigue estando muy presente en su segundo libro, publicado casi una década después que el primero, De donde estás ausente (1993). Siguen abundando en sus poemas los sintagmas convencionalmente poéticos, las expresiones gastadas. Ya el primer poema del nuevo libro, "Plano de situación", pone un poco en guardia al lector. "Busco habitar tu piel/ como el mar en los mapas:/alcanzar tu silencio y pronunciarte". ¿Qué es eso de "habitar una piel como el mar en los mapas"? ¿Es algo más que vaguedades que suenan bien?

La poética de Carlos Briones, en este libro como en el anterior, se mueve al borde del sentimentalismo y el tópico. Quizá su formación -es Doctor en Ciencias, se dedica a la investigación en Biología Molecular, según nos indica la contraportada- haya contribuido a mantenerle al margen de la continua puesta en cuestión de sus propios axiomas que caracteriza a la poesía contemporánea (alguno dirá, elogiosamente, que le ha mantenido al margen de tendencias y grupos). Es cierto que cita a muchos poetas, en una heterogeneidad que ejemplifica su variedad lectora, pero no parece que haya asimilado las propuestas de la mayoría de ellos. Nada hay de la heterogeneidad pessoana en "Rua de Oro" (donde cita a álvaro de Campos) ni de Gil de Biedma en la sección final. Sí hay bastante de Francisco Castaño, a quien se cita y glosa, en el ejercicio métrico que es "Desenlace de aurora", el único poema del libro con rima consonante. Todas esas limitaciones de la poesía de Carlos Briones, que a ratos parece sólo un aficionado sensible, son verdad, pero paradójicamente no invalidan el libro. De vez en cuando el lector se encuentra con poemas que lo justifican y que solo podrían haber sido escrito desde esa poética que suena tan caduca.

La estructura del libro (cuatro secciones, con nombre de color, ambientadas en otras tantas partes del día) nos ilustra sobre la voluntad del autor de ir más allá del simple desahogo sentimental, del elemental cancionero amoroso en que a veces parece querer incurrir. En cada una de las secciones, a manera de ilustración, la poesía se aproxima a un cuadro famoso, de Monet a Goya, y el resultado nos recuerda a M. Machado y el modernismo.

Quizá lo mejor de Memoria de la luz viene de la herencia simbolista, del modernismo interior, que supo ver en Bécquer algo más que el rezagado romántico que veía el común de los lectores. Un ejemplo, el poema "Solsticio", que lleva una cita de Yves Bonnefoy, pero cuya música procede de otra parte (Verlaine y sus traductores de principios de siglo): "La mañana de invierno/se cubre de silencio,/por el camino viene/paso a paso la nieve".

"Solsticio" es uno de los poemas que justifican el libro. Otros son "Definición de azul", "Oficio del cartógrafo", el segundo de los "Dos silencios de otoño", "Contraluz" y, a pesar de los versos finales, "El tiempo de la lluvia", con el que concluye muy adecuadamente Memoria de la luz, que nos devuelve a un Briones, voluntaria o involuntariamente al margen, con idénticas insuficiencias y parecidos hallazgos que en su primer libro.