Image: Mácula

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Poesía

Mácula

Martín López-Vega

2 enero, 2003 01:00

Martín López-Vega. Foto: M. Rodríguez

DVD. 90 págs, 7’90 e. árbol desconocido. Premio Emilio Alarcos. Visor. 94 págs, 8 e.

Mácula es uno de los libros de poesía memorables del 2002 (media docena escasa) y su autor uno de los pocos poetas menores de treinta años con voz auténtica.

En todos sus libros gusta López-Vega de incluir unas notas finales en las que declara sus deudas. Pero a diferencia de muchos que las silencian él resuelve casi siempre la práctica del plagio en herramienta para su propia alquimia verbal en busca de emoción y misterio, de cifra que traslade a los poemas "la inexacta mecánica que rige los sentimientos", la vida, el tiempo, el mundo. Con Mácula López-Vega supera una etapa de maduración, depura imitaciones y exotismos y hasta en las versiones de poemas ajenos ("El visitante") y en los monólogos que lo medioenmascaran, como "Monet en Giverny", alcanza a trazar, sobre las imágenes de la realidad y las metáforas de lo sentido, la mácula que ensombrece plenitud e ilusiones, la huella del rasguño que marca la belleza del mundo en la conciencia.

"Prenzlauer Alee" explica, en parte, el título: "El poema es a la realidad como la mácula de la retina/ a nuestra visión del mundo -la mácula es un punto negro/en nuestra visión, pero gracias a ese punto negro podemos interpretar/las imágenes que nos llegan de fuera: así el poema". Asimismo lo explican las "manchas del alma" de su personaje poético, fijado como homo viator en "Autorretrato en un tren camino de Coimbra", en el que la indagación sobre la propia identidad conduce a la conciencia desolada de la pérdida: "mi tiempo fue vida/cuando lo compartí con otros [...] No sé quién soy Tampoco pienso detenerme a pensarlo/Pues siento cómo dentro de mí crece el abismo/Cómo yo mismo me voy desvaneciendo".

Mediante formas de figuración simbolista y una versificación libre que rehuye los ritmos tradicionales, López-Vega indaga en las zonas oscuras de memoria y percepción y propone sentidos a la diversidad de la experiencia: la gloria del instante y su fugacidad, las secretas correspondencias de lugares y sentimientos, la certeza creciente de la nada. Algunas luces brillan entre la niebla, imponiendo también la realidad de la dicha y la belleza del mundo, así como una cierta distancia que evita el patetismo del conjunto: frente al horror de Auschwitz, por ejemplo, en "Vela memorial por Itzhak Katzenelson", o los testimonios nostálgicos de las postales, el estímulo erótico de "Las bañistas", etc. Se impone, sin embargo, una desolación creciente en poemas alucinados como "La nave" o en otros de rotunda negación.

Como la cara B de Mácula presenta López-Vega árbol desconocido, compuesto por otros cuarenta poemas que no tuvieron acomodo en ese libro. No quiere esto decir que formen un libro menor, aunque algunos de sus poemas no estén a la altura de los mejores. Lo cierto es que la mitad de ellos podrían haberse integrado en Mácula sin más inconveniente que el de limitar el alcance del desasosiego y la desolación que se asume en dicho libro: salvando instantes felices ("Construcción de la dicha", "Noche") o añadiendo vitalismo y sensualidad ("Meditación adormecida", "Afrodita"), aunque tampoco falten el misterio ni el temblor. Con todo esto, árbol desconocido subraya la particular riqueza creativa de su autor y nos ofrece un puñado de espléndidos poemas como los citados o como "Nave nave mahana" o "Naranja".